Oportunidad.

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El jugador fantasma se encontraba afueras del balcón mirando las estrellas brillantes a lo alto del cielo, ese mirador era tan parecido al que tenía el tigre en su departamento situado Japón e incluso podía apreciar el asombroso paisaje desde allí, las luces de los edificios, la gente caminando a lo lejos tan deprisa quizás no tenían tiempo de admirar la luna y con intensidad vivir el día a día.

Aun estando en un lugar extranjero, con una cultura totalmente diferente percibía que habían cosas las cuales no cambiaban como los atardeceres, el viento azotando su cabello o el mismo sol, las hojas cayendo en el otoño y las flores de la primavera.

El jugador fantasma reflexionaba sobre su destino, tenía que tomar una decisión importante entre sus opciones estaban darle una oportunidad a Kagami o simplemente dejarle ir aunque suena más fácil decirlo que hacerlo porque nunca fue capaz de expresar un "no" o rechazar a los miembros de Seirin, ni a la misma generación de los milagros quienes jamás sintieron su ira o escucharon sus gritos puestos estos eran silenciosos. Siempre les perdonaba y de ningún modo les guardo rencor por el daño causado posiblemente mantuvo la esperanza de que se redimieran hasta luchar para esa causa.

Desde la separación con sus compañeros a ese instante de recuentro con el tigre le resultaba surrealista, el vivir con su enemigo en un país forastero parecía una locura que comenzó desde el momento de firmar ese condenado contrato el cual lo sentencio a un futuro gris, atado al mago como si existieran unas cadenas invisibles entre ellos, ya no era libre. Se preguntaba ¿Valía la pena sacrificar su vida de tal manera? Al verse en silla de ruedas sin poder jugar su amado deporte se daba cuenta no conocía la respuesta a esa pregunta pero necesitaba un rayo de esperanza para salir de su oscuridad porque entonces su cuerpo sería una coraza que mantiene a un muerto palpitando, un ser sin alma, simplemente una persona actuado por inercia.

Lo aposto todo como un juego de póker el cual termino perdiendo.

Seguramente si Nash se enteraba de que Kagami estaba cerca intentaría sepárale de su antigua luz por esa razón correspondía ser muy sigiloso tal si fuera un secreto aquella relación clandestina.

El nerviosismo, la ansiedad y el estrés le consumían más por aquel inminente escenario obscuro, necesitaba relajarse un poco antes de enfrentarse al salvaje tigre pero bueno si era el domador de fieras se supone no debía preocuparse tanto simplemente dejaría las cosas fluyeran y lo inevitable sucediera, permitiría el destino se hiciera cargo del porvenir.

Se dirigió al baño arrastrando su silla de ruedas y a como pudo se quitó la ropa para entrar en la tina, sabiendo que Nash le prohibió hacer ese tipo de cosas peligrosas por estar paralitico era obligatorio tener cuidado, en esa casa se volvía más fácil sobrellevar el no poder caminar, ya que había un ascensor además el apartamento era cómodo, justo para acoplarse a sus necesidades.

¿Desde cuándo a ese chico azabache le ha importado su seguridad? Probablemente nunca, no se detenía analizar en un momento determinado, gracias a esa conducta terminaba por enfrentarse con bravucones, al defender sus convicciones e ideales era capaz de todo.

La criatura encendió el grifo, sintiendo un escalofrió cuando el agua fría hizo contacto con su pálida piel, la cual se erizo completamente. Se propuso a nivelar la temperatura hasta que fuese ideal, su cuerpo se hundía por el calor e intento relajarse aunque olvidarse de sus problemas resultaba imposible cuando cada pensamiento terminaba como un ciclo en la causa de su reflexión y angustia.

Desearía fuese sencillo hablar con la persona que ignoro su existencia por largo tiempo ¿Cuándo había pasado? Parecía una eternidad desde la última vez que tuvieron una charla amena o jugaron el deporte el cual los conectaba en una misma frecuencia empática. No era fácil volver a su vieja relación con Kagami, ya que se encontraba resentido por la muestra de desinterés, apatía de quien decía ser su amigo como si realmente no le importara y eso le afectaba más de lo debido.

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora