Capítulo 12.

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Su cuerpo dolía, cada uno de sus huesos y músculos parecían estar comprimidos debajo de su piel

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Su cuerpo dolía, cada uno de sus huesos y músculos parecían estar comprimidos debajo de su piel. Podía moverse y agradeció al cielo por eso; sin embargo se alarmó cuando vio sangre derramada a un costado de su cabeza y un ardor increíblemente molesto.

Se tocó encima de la sien y palpó lo húmedo que se encontraba su cabello. No estaba lloviendo, era su sangre propia. Cuando se sentó, le dolió la columna y las piernas más que nada, y se repetía a sí mismo que podía soportarlo.

A su alrededor había poca luz, pero pudo distinguir un sofá individual de cuero, un escritorio polvoriento y la base de una cama sin colchón. Frunció el ceño y se puso de pie para explorar mejor, se sintió mareado a los pocos segundos y cerró los ojos con fuerza hasta que el malestar se alejó.
Aquella habitación oscura y con un fuerte olor a alcohol, hacían a Luka querer vomitar. Palpó su móvil en los bolsillos de sus jeans y se alegró al encontrarlo, desgraciadamente no tenía batería.

¿Qué había pasado?

Abrió la puerta que daba hacia un pasillo enorme, caminó hasta llegar a unas escaleras y miró hacia sus espaldas esperando que nadie lo estuviera siguiendo y corrió con suerte. Entonces recordó que lo último que sus ojos presenciaron fue a Elliot a punto de golpearlo.

Bajó la escaleras corriendo como pudo, se detuvo a la mitad, pues sintió mucho dolor en la espalda baja y se apoyó en una esquina. Cuando por fin logró estar en el que supuso era el primer piso, se dio cuenta de que estaba en un bar, o algo por el estilo.

Había varias personas y la música no sonaba para nada escandalosa, lo cual le pareció extraño. En la barra estaban algunos hombres bebiendo con mujeres sobre sus regazos y vasos llenos de whiskey barato. También había una mesa de billar y otros cuantos individuos jugando al póker.

Se congeló al sentir besos en su cuello y el aliento de aquella persona oliente a tabaco rozarle la mejilla.

Era Elliot.

Se alejó de inmediato y lo empujó, el otro chico de rió cretinamente y le besó los labios. Luka necesitaba irse ya.

— Ya basta, por favor déjame en paz.

— Despertaste por fin, princesita. Te extrañaba.

A Luka le tembló el labio inferior y divisó la primera puerta en el lugar. Iba a salir corriendo en cualquier momento.

— ¿Qué me hiciste Elliot? — preguntó con un hilo de voz.

— Nada, solo te puse a dormir un ratito.

Elliot se volvió a reír y Luka juró que ese sería su sonido más odiado para siempre.

— ¿Qué demonios? Dime, ¿te atreviste a...?

El humo de la boca de Elliot fue expulsado en su cara y comenzó a toser.

— No te hice nada, nene. Solo fue una venganza, por lo que me hiciste el otro día.

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