Capítulo 05.

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No había mucho que contar de los primeros dos meses de embarazo de Louis, solamente que las terribles ganas de vomitar habían desaparecido y por fin podía comer un platillo completo sin preocuparse en regresarlo minutos después

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No había mucho que contar de los primeros dos meses de embarazo de Louis, solamente que las terribles ganas de vomitar habían desaparecido y por fin podía comer un platillo completo sin preocuparse en regresarlo minutos después. Aunque hay que decir que estaba teniendo muchos, demasiados y exagerados antojos, realmente eran raros.
Su vientre abultado no era un gran problema, no se notaba mucho y agradecía ser dueño de su propio trabajo pues así usaba la ropa que se le daba la gana y no tenía que estar dando explicaciones a sus pacientes más pequeños, que eran curiosos como el demonio.

De Luka había más cosas que decir, Harry ya no lo veía los fines de semana en casa. Siempre tomaba el autobús desde Doncaster a Brathwell el sábado por la mañana y regresaba el domingo en la tarde. Lo veía tan entusiasmado con esa persona que había conocido y Harry ya se estaba muriendo por conocerlo.

Louis y Luka ya no hablaban mucho, hubo un día en que Louis le preguntó al chico sobre aquella persona misteriosa con la que había estado tan pegado y emocionado, siempre con una buena intención. Pero Luka le respondió que no debía meterse en donde no le llamaban. No le discutió, no quería darle más motivos para odiarlo aún más.

Se sentía frustrado la mayoría del tiempo, aunque se repetía que no debía sentirse de tal forma o por lo menos tratar de ignorar el sentimiento, porque no era bueno para su salud y era consciente que ahora ya no se tenía preocupar por el mismo, sino por su criatura en desarrollo.

Esa tarde ya estaba libre de trabajo, y como a Harry lo habían subido de puesto en días anteriores, ese viernes festejarían en su casa con una cena con la familia y algunos amigos. Por lo tanto le tocaba hacer unas compras en el supermercado antes de regresar a casa y alistar todo.

Llevaba el dinero en los bolsillos, ese día no supo porqué tuvo la necesidad de sacarlo de la caja fuerte de su consultorio. No era todo, por supuesto. Pero era una cantidad prometedora. Pensó que gastaría mucho en la tienda, pero terminó comprando unas cuantas cosas, otras recordó ya tenerlas en su casa, así que se apresuró a pagar.

Avanzó unas cuadras con las bolsas en las manos, llevaba manzanas, un trozo de pechuga de pollo para Luka, ya que al chico no le agradaba mucho la carne de res, un paquete de pasta, zanahorias, patatas y varias piezas de pan francés.

— Hola Louis, ¿cómo te va? — le saludó la señora Saunders en cuanto lo vio entrar a su negocio.

Esa era su pastelería favorita en Doncaster, era un lugar rústico y olía delicioso. Nora Saunders era la dueña y Louis la adoraba, pues desde niño la conocía.

— Bien — sonrió y le plantó un beso en la mejilla desde el otro lado del aparador.

Louis no se dio cuenta de que su suéter se había subido y su pancita quedó al descubierto. Nora chilló.

— Ay mi Dios — lo miró con los ojos muy abiertos y Louis se dio cuenta al instante. — ¿Estás esperando o sólo me estás jugando una cruel broma?

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