Capítulo 22

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Luego de haber inyectado a Daniel con un poderoso calmante, este no tardó nada en quedar profundamente dormido

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Luego de haber inyectado a Daniel con un poderoso calmante, este no tardó nada en quedar profundamente dormido.

Ahora mi tarea se tornaría mucho más fácil y rápida.

Limpié su cuerpo, y lo dejé en el mejor estado que me fue posible en el poco tiempo que tenía. Había llamado al aeropuerto y había conseguido un vuelo para volver nuevamente hacia la casa de Matias.

Cuando hube terminado dejé a su alrededor las bolsas con comida y agua que le permitirían vivir por un par de días más, en lo que yo volvía, y me dispuse a bañarme en las aguas del lago para luego ir a tomar mi vuelo.

La novia de Joaquín me llamó mientras iba manejando, dijo que quería saludarme y ver como estaba, también dijo que me extrañaba. Me costó mucho trabajo no reírme de ella, puesto que sabía a la perfección, que mi hermano jamás se había preocupado por ella, pero solo le contesté cortésmente sus preguntas y terminé por retrucárselas.


En el aeropuerto me enteré que mi vuelo estaba retrasado por una tormenta y que tal vez tendría que esperar un par de horas para que el avión tuviese una confirmación de salida. Me senté en una silla, dispuesto a relajarme, pero los monótonos ruidos de las personas a mí alrededor no me lo permitían. Suspiré una y mil veces, tratando de invocar una calma divina, pero nada funcionada. Finalmente, resignado, dejé desbordar a los frívolos caprichos de mi imaginación.

Empecé a imaginar a uno por uno, de quienes me rodeaban, siento acallados por mí impaciencia. Mi mente despegó, y se alejó de mí; llevando el fantasma de mis manos hacía los suaves cuellos de las damas, dónde la presión comenzaba a ejercerse hasta quitarles sus últimos suspiros cansados. Mi imaginación solo les hacía un favor, les quitaba la carga de tener que vivir día a día sus aburridas rutinas, de tener que soportar a las tristes y cansinas personas de sus vidas.

Sin notar el tiempo, que había pasado perdido observando a todos, de pronto una voz mecánica se escuchó en el aire e informó que el avión, que correspondía a mi viaje, en media hora iba a partir.

Sonreí por el fin de la espera y le tecleé un mensaje a Pablo informándole del despegue de mi vuelo, y así, él luego me buscara en el aeropuerto; y todo, sin darme cuenta, que lo había hecho desde el celular de Joaquín y no del de Matias.



–Disculpe joven – Me dijo una anciana cuando ya estábamos dentro del monstruo de metal – ¿No me permitiría sentarme junto a la ventanilla?

–No – Sentencié rotundamente. ¿Por qué le cedería mi lugar? Por algo me hallaba sentado acá.

–Que maleducado –Me dijo ofendida. ¿Yo maleducado? ¿A caso no era ella quien pretendía robar mi asiento?

–Yo creo que la maleducada es usted ¿No cree que por algo me senté en este lugar? – De seguro Joaquín hubiese reprobado completamente mi actitud, pero vamos, él no estaba acá para verlo. Y tampoco se hallaba nadie que me conociese, así que ¿Por qué debería ser agradable? No pensaba ponerme a fingir ser alguien que no era dentro de un avión y si ella no dejaba de molestarme, iba a encontrar la manera de llevarla al baño y meter su cabeza en el inodoro hasta que ya no pudiese decir nunca más ni una palabra molesta.

Tal vez fue mi forma de mirarla, o la forma en que mí sonrisa se elevaba, o solo fueron mis palabras, pero el caso que fuese, ella me miró con miedo y se alejó. Creo que ella se comportó como un animal enjaulado que supo reconocer a un depredador e intentó huir. Como si alguien pudiese escapar de mí si yo lo quisiese.



El viaje fue lento, la turbulencia no ayudaba en nada.


Cuando estuve ya en Denver, Pablo me recibió con un abrazo y un "Espero no vuelvas a irte sin saludarme" y luego me guio hasta dónde había dejado el auto.


Y cuando subimos, descubrí mi error...

–¿Quién es Joaquín? – Me dijo alzando una ceja luego de pulsar el botón para trabar las puertas ¿Pensaba que iba a escaparme? Tal vez lo hubiese hecho, sí. Me sentía un poco acorralado de pronto. ¿Ahora quien parecía ser el animal indefenso? Pero solo parecía, porque yo no lo era. ¿Qué debía responder? Lo miré mudo unos segundos ¿Hablaba de Joaquín mi hermano? o ¿A caso existía otro Joaquín en la vida de Matias?

–¿Qué? – Fue lo que atiné a decir finalmente, no quería meter la pata. No quería verme obligado a matarlo.

–El Whatsapp desde dónde me mandaste un mensaje dice Joaquín, no era tu teléfono –Me dijo. Oh por dios, pensé de pronto, había confundido los teléfonos, había traído el de J y me había olvidado el de Matias en el auto. Maldición, ya había metido la pata desde antes – Así que... ¿Quién es Joaquín? – Casi podía sentir el teléfono vibrar en mi bolsillo, tenía ganas de arrojarlo por la ventana, esperaba, con todas mis fuerzas, que no comenzara a sonar de pronto. Esperaba que a la loca de Julieta no se le ocurriese llamar ahora, o ¿Cómo explicaría todo?

–Oh, eso – Le solté finalmente, dispuesto a emitirle un gran discurso de mentiras – Me olvidé el mío en la oficina de Chicago y le pedí prestado ese a un tipo para mandarte el mensaje, pero... – Fingí pensarme algo un momento, para que todo pareciese más cierto – Creo que me dijo que se llamaba Luis o algo así. ¿Estás seguro que dice Joaquín? – Finalicé. Y pareció creérselo, ya que su postura de pronto era más relajaba y menos a la defensiva.

–Si lo dice – Y me mostró la pantalla, donde efectivamente si decía Joaquín, obvio mi hermano había puesto su nombre, era su teléfono, pero para mi gran suerte, solo tenía una foto de Julieta con un gato en las manos y no una mía. Respiré aliviado por ello – Seguro escuchaste mal. Amor, a veces sos tan despistado – Fue lo último que me dijo del tema y puso el auto en marcha.

–¿Lo soy, no? – Le dije, pero no me refería a la supuesta equivocación de nombres, sino al gran descuido de confundir los teléfonos. ¿Cómo podía haberme pasado una cosa semejante?



–Sabes – Volvió a hablar Pablo cuando ya estaba estacionando el auto en la casa – Últimamente estás tan raro – ¿Me había descubierto? No, eso no podía ser. No había manera de que él supiese la verdad. Y si la supiese ¿Qué haría?

Lo observé detenidamente. Era más que obvio que amaba sinceramente a mi hermano ¿Él sería capaz de hacer algo sabiendo que lo perjudicaría también a Matias? No, no lo creía. Pero estaba más que seguro de que no tendría que averiguarlo, no había manera lógica de que supiese la verdad, que se supiese cuán profundo y retorcido era todo el asunto.

De saber la verdad no estaría tan tranquilo.



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Múltiple [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora