Capítulo 4

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–Por cierto, soy Daniel

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–Por cierto, soy Daniel.

–Benny – Le dije mientras le daba la mano.

Comencé a conducir, de modo tranquilo, mientras mi mente empezaba a mover todos los engranajes necesarios para llevar a cabo mis acciones. Podía escuchar como Alicia intentaba darme consejos, como Hernando me suplicaba que no lo hiciese entre lágrimas. Podía sentirlo también a él agitando las aguas, tratando de tomar el control. Pero oh no, eso no iba a suceder. Este era mi momento. Daniel era eso que llevaba esperando mucho tiempo, tenía que ser mío. Solo mío.

Encendí el estéreo, y le pedí a mi invitado que me pasara uno de los CD de Nirvana que estaba en la gaveta. Este lo hizo sin objeción alguna, y pronto la música acalló a todos mis molestos hermanos. Eso siempre funcionaba. 


–Dime Daniel – Le dije viéndolo de reojo, luego de haber terminado de pasar la curva que se había presentado, era ahora o nunca – ¿A qué le tienes miedo?

–¿Perdona, qué...? – Me habló confundido. Y no pudo decir nada más, puesto que con toda la fuerza que me fue humanamente posible estampé su cabeza contra el torpedo negro del auto, una y otra vez, hasta que estuve seguro de que había perdido la conciencia por completo. Observé la sangre que caía, pasando las hendijas de la guantera, tal vez me había pasado un poco, pero solo tal vez. Sonreí abiertamente, mientras mordisqueaba mi labio, y detuve el vehículo.


Cuando estuve afuera, el aire frío me dio de lleno en el rostro, despejando mi mente por completo. Estiré mis brazos y aspiré hondo.  La voz de Kurt comenzó a deleitarme con About a girl. Que bello era estar vivo, que bello era gozar del privilegio que la soledad de la noche le brindaba, era momento por fin de entregarse gustoso a todas las restricciones que la vida le ponía, era momento de revivir sus apetitos más primitivos.

La ruta estaba desierta, en el trayecto que había hecho no se había cruzado con ninguna otra alma, pero jamás debía confiarse. Así que se dispuso a abrir el baúl del auto, sacar un poco de cuerda, la cinta y unas esposas, y le dedicó con ello unos minutos a su acompañante. Pronto, este estaba asegurado de la mejor manera posible, así que solo lo tironeó de las esposas hasta arrojarlo contra el piso. Su cráneo resonó, hizo una mueca, debería tener más cuidado o iba a terminar por matarlo antes de siquiera poder disfrutar. Con la fuerza que lo caracterizaba, lo levantó y lo tiró de lleno al baúl. No, sin duda, la palabra cuidado no estaba en su diccionario. Sacó algunas cosas de ahí que necesitaba de momento, y algunas con la que el extraño podría valerse para escapar, y cerró la tapa. 

Volvió a observar a ambos lados, y luego apagó la música. Debía estar atento a cada detalle.

Cuando estuvo seguro de que cerca no se encontraba el sonido de ningún otro carro, se dispuso a limpiar la sangre del auto y luego la del piso, siempre tenía todo lo necesario en un compartimiento escondido. Terminó finalmente, y guardó todo lo usado en bolsas ziploc, que luego estarían destinadas a ser incineradas. 

Múltiple [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora