Capítulo 35

497 62 9
                                    

–¿Se encuentra bien? – Me preguntó el señor que estaba sentado a mi lado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

–¿Se encuentra bien? – Me preguntó el señor que estaba sentado a mi lado.

–Si, no se preocupe – Le respondí mientras volvía a taparme la boca ante una nueva nausea. La verdad era que odiaba viajar en avión, los movimientos del gran ave metálico me descomponían en extremo. Necesitaba tomar una pastilla para las nauseas una hora antes de subir, y sin Matias a mí lado, como era de esperarse, me había olvidado de hacerlo. 

–¿Está seguro? – Insistió al observarme detalladamente. De seguro estaba verde. Hice un intento de reírme por mi idea, y las nauseas cortaron mi chiste interno.

–¿Sabe qué? Mejor voy al baño – Le comenté, y prácticamente pasé por arriba a la chica que escuchaba música en el asiento de la derecha y corrí al baño.

¿Algo peor que descomponerse en un avión? Tener nauseas y estar sentado en el asiento del medio, incómodo y terrible.

Me pasé como una hora encerrado, hasta que una de las azafatas comenzó a tocar la puerta para avisarme que ya estábamos por aterrizar, que necesitaba volver a mi lugar. "Gracias a dios" pensé, solo tenía que salir del baño y aguantar unos minutos más, luego todo iba a pasar.



Una vez salí del aeropuerto, me tomé un taxi y ya en el centro de la ciudad, me dispuse a encontrar un hotel decente en el que quedarme.

Esto de buscar a alguien a ciegas iba a llevarme algo de tiempo. Por suerte tenía demasiados días acumulados de vacaciones y mi jefe no había tenido ningún problema con mi repentino pedido de tomármelos. 



Cuando me hallé en mi habitación, estaba cansado, así que mejor iba a dormir por hoy e iba a salir en la mañana temprano.

Mis ojos se fueron cerrando lentamente, el sueño no tardó nada en llegar luego de que la luz dejó de brillar.



–Rápido tortuga – Me gritó mi hermana desde lejos, así que comencé a revolver las cosas más rápido en busca de las papitas que ella quería. Las encontré en el fondo de su valija, dónde minutos antes me había dicho que no estaban. 

–Ya voy – Le dije y salí de la carpa para encontrarme con mi familia. La arena se comenzó a meter entre mis dedos, estaba fría y húmeda, pero eso no importaba, me gustaba la sensación, aún cuando la noche ya estaba dejando de ser cálida. 

Le tiré a mi hermana sus preciadas grasas y me arrojé nuevamente al lado de Matías, provocando que muchos granos de arena saltaran sobre él y la toalla por la brusquedad con la que me había arrojado. 

–¡Ey! – Se quejó mi chico, y mi mamá comenzó a reírse por su expresión de horror. Estaba exagerando para hacerla reír. Mi familia lo adoraba, lo habían amado desde el segundo en que se los había presentado por primera vez.

Múltiple [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora