Capítulo 23

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–¿Te apetece? – Me dijo Pablo mientras ponía frente a mi cara una gran copa de cristal – Es un Felipe Rutini Blend que traje de Argentina –¿Qué si me apetecía? Pero por supuesto que sí

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–¿Te apetece? – Me dijo Pablo mientras ponía frente a mi cara una gran copa de cristal – Es un Felipe Rutini Blend que traje de Argentina –¿Qué si me apetecía? Pero por supuesto que sí. Sin dudarlo agarré la copa que se me ofrecía y la llevé a mi nariz, el aroma era exquisito– Que curioso– Me dijo el rubio mientras torcía levemente la cabeza y me observaba catar la copa.

–¿Qué es curioso?– Le dije luego de dar el primer sorbo, ese vino era como un trago de cielo.

–Mmm... no nada. No me hagas caso – Sonrió y fue a servirse una copa para luego sentarse en la barra y volver a centrar su vista en la computadora. 

Observé todos sus movimientos. El chico era extraño, y eso le daba cierto encanto, había que reconocerlo. Podría hasta llegar a ser mi tipo de persona, una lástima total que desperdiciara su vida con el chiquillo de mi hermanito. Me preguntaba como se habían conocido. No parecían tener absolutamente nada en común. 

–Puedo sentir tus ojos en mi espalda– Me había quedado mucho tiempo absorto, observándolo teclear, concentrado en lo que sea que hacía, sin darme cuenta. Bajé rápidamente la vista al libro que reposaba en mis piernas, aun seguía en la misma página que hacía media hora.  

–Lo estás imaginando, yo estoy mirando mí libro– Lo sentí voltear a verme.

–¿Si?– Me dijo– ¿Y de que va el libro?

–Es un libro de cuentos– Le dije– El que voy leyendo es de un hombre borracho que termina matando a su esposa, y finalmente, es descubierto.

–¿Acabas de arruinarme el final? 

–Si, supongo que eso acabo de hacer– Le dije divertido. Pero la verdad era que las sinopsis y los resúmenes no eran lo mío. No tenía el don de explicar, eso de contar historias era cosa de Joaquín, a mí se me daba fatal. Nos quedamos mirando en silencio un instante, así que decidí que era momento de volver a hablar – ¿Me harías un favor? – El asintió ante mí pregunta  – ¿Prenderías la chimenea? La verdad me estoy muriendo de frío– Me sonrió y se paró de su sitio para cumplir con mí pedido. Este chico me encantaba, obviamente no iba a matarlo ahora, pero tenía planeado hacerlo finalmente. ¿El problema? Cada vez dudaba más de si verdaderamente eso era lo que quería hacer. 

–¿Sabes?– Comentó mientras acomodaba unos tronquitos para luego encender el fuego – Me encanta el frío.

–Yo lo detesto– Le dije sin medir mis palabras. Tal vez a Matias si le gustaba, debería averiguar más sobre sus gustos antes de comentar sobre lo que sea.

–A mí me gusta, porque me recuerda que tu cumpleaños está cerca– La verdad es que ni sabía que día era hoy, pero sí, mi cumpleaños llegaba con la nieve. Siempre lo consideré un chiste del destino, en mi cumpleaños siempre había nevado, de seguro ese hielo frío era la forma del destino de reflejar el como era mi alma – Y tu nacimiento es una fecha que agradezco siempre– Se paró de al lado de la chimenea, y pude ver como el fuego empezaba a consumir la leña, caminó a mi lado y depositó un beso en mi frente, para luego volver a su computadora.

Y luego solo nos quedamos en silencio, ya no hablamos más por el resto del día.  



Debí quedarme dormido en el sillón, porque al abrir los ojos ya no estaba en la casa.


Las imágenes eran borrosas, todo lo que veía estaba distorsionado. Estaba corriendo. Mis pies eran demasiado cortos, solo era un niño pequeño. Alguien me perseguía, giré el rostro y eran muchos niños. Corrían más rápido que yo, me iban a alcanzar. Estaban gritando. Me gritaban y se reían, todo sonaba aterrador, los sonidos llegaban a mis oídos con un eco infinito.

No era mi recuerdo, yo no había vivido aquello. Ese era Ángel en mí cuerpo, o más bien dicho en su cuerpo, era yo quien había llegado luego.

Tropecé. Tropezó. La cuestión, caímos al piso. Los niños nos alcanzaron. Comenzaron a llegar los golpes, intentábamos protegernos, gritábamos que parasen, pero no lo hacían.

–Tu madre está loca– Esas palabras fueron las únicas en llegar claras a mis oídos ¿Ese era el recuerdo más claro de todos? 

–¡Nooooo!– Las palabras salieron de nuestra boca. El recuerdo era tan vivido, parecía estar pasando. Los golpes dolían. Los golpes no paraban – ¡¡Basta!! ¡¡Ella no está loca!!– ¿Por qué la defendía? ¿Lo golpeaban por ella? Quería meterme de alguna forma, con mi cuerpo, y golpearlos a todos, pero no podía. Quería que lo dejasen en paz. ¿Por qué no dejaban de golpear a Ángel? Lo estaban arruinando.

–Ey– Una voz lejana se escucho– ¡¿Qué están haciendo?!– Esa voz me sonaba, era tranquilizadora ¿De quién era? los niños parecieron asustarse y huyeron. 

Iba a girar a ver a mi salvador, pero solo llegue a ver sus pies descalzos.


Y desperté de golpe. 



Comencé a ver en todas las direcciones. El recuerdo había alterado mi mente.

–¿Que ha sido eso? – Esa era la voz de Alicia. También lo había visto. 

–Shhh – Le contesté– No podemos hablar acá– Miré a todos lados en busca de la figura de Pablo, pero no parecía estar cerca. Su computadora ya no estaba abierta sobre la barra y la luz estaba apagada– No estamos solos– Susurré. Era mejor prevenir que cometer un error.   


–Voy a matarte Benny – Ahora era Matias quien hablaba, él había despertado ¿Cómo era eso posible? El dolor punzante comenzó a hacerse presente en mi cabeza, él estaba luchando por salir a la luz y alejarme. No podía permitírselo, no aún. 



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Múltiple [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora