Capítulo 31

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–¿Qué has dicho? – Le cuestioné furioso

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–¿Qué has dicho? – Le cuestioné furioso. Tenía que haber escuchado mal o él tenía que estar jodiendo conmigo. Lo que sea. Pero eso, no podía ser verdad – Joaquín, no te atrevas a ignorarme ahora – Le dije apretando los dientes. Se había esfumado. El maldito idiota me había dejado solo – ¡¡JOAQUÍN!! – Como pude arrastré su maldita mente a la luz, él tenía que darme una explicación de sus palabras en este preciso instante. 

–Yo no sabía que no sabías Mati – Me dijo tan lento, que me hizo creer en su palabra. Eso solo implicaba que lo que había dicho era real. Benny se había atrevido a tocar a quien yo más amaba en el mundo. Si en algún momento pensé que la paz con mi hermano mayor era posible, en este momento la guerra eterna quedaba desatada – Maldición, Benny va a comerme vivo por esto – ¿A caso pensaba que yo no podía ser igual de peligroso? 

Quiero lastimar a Benny, maldición. Pero no puedo hacerlo. No puedo dañarlo sin dañar a Ángel, y él no tiene la culpa de nada. Él es solo un inocente que ha sido consumido por malas personas a quienes aprendió a llamar hermanos. A pesar de todo, cuidarlo siempre va a ser lo primero, no puedo dañar físicamente a mi hermano, por más que en este momento deseo hacerlo. Pero ya me las voy a ingeniar.    

–Tus temores están puestos en los números equivocados hermano, te aseguro que si me lo hubieses ocultado, no sería a Benny a quién tendrías que tenerle miedo.  

–Deberías relajarte melli – Alicia estaba ahora en la habitación con nosotros. Estaba siendo demasiado blando, les estaba dejando mucho hueco para salir a flote. Debía cerrar la puerta y alejarlos – Es solo un chico más ¿qué más da lo que Benny haya hecho? – Por supuesto que ella no iba a estar de mi lado, su sociopatía jamás le permitiría conectar conmigo, ni con nadie.   

–Me da igual lo que ustedes opinen – Les dije, de momento tenían que irse, tenía mucho que planear –Juro que esto no va a quedar así, voy a vengarme.  

Mientras decía esto, Pablo volvió a empezar a llamarme nuevamente. Miré melancólico el celular, pero el enojo pronto me consumió. Él no tenía la culpa, lo sabía. Pero no podía evitar sentirme mal por todo el asunto.   

Corté la llamada y rompí el celular contra el suelo. No quería que me encontrara, y sabía muy bien que él era capaz de hacerlo rastreando el aparato.

–Ei, ese era el mío – Me gritó Joaquín – Tenía números importantes ahí.  

–Luego te compro otro, y los números los hubieses memorizado, como todos lo hacemos.  

–Idiota – Sonreí y luego nos enfrascamos en una conversación absurda y sin sentido, por la que me dejé convencer de salir a celebrar bajó el alegato de que necesitaba distraerme y desquitarme con algo.



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Múltiple [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora