Capítulo 3

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–Tutifruti – Gritó como una loca, nuevamente – ¡¡Basta, ya no escribas!!  – Seguía escribiendo para hacerla enojar, sabía que eso funcionaba

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–Tutifruti – Gritó como una loca, nuevamente – ¡¡Basta, ya no escribas!! – Seguía escribiendo para hacerla enojar, sabía que eso funcionaba. Ella era tan competitiva en este estúpido juego – ¡Sos un tramposo! – Le saqué la lengua y luego sonreí ante lo absurdo que debía de ser mi comportamiento para que el mundo me viese como me veía. Tan inocente, tan cautivador. Todas las personas eran tan simples, tan patéticas.

–¿Sos vos la que gana siempre, y yo resulto ser el tramposo? –¿Ganarme? Si claro. Cómo si alguien pudiese ganarme en algo.

–No es mi culpa que seas terrible en este juego – Si ella supiese que yo siempre la dejaba ganar. Suspiré cansado. Esto no era algo divertido para mí, en lo absoluto. El fingir para poder encajar, para ser la persona que era ante sus ojos, agotaba mi mente. Pero debía hacerlo.

–Ya no quiero jugar ¿Podemos dejarlo por hoy? – Pude ver la objeción en sus ojos e hice una mueca, por lo visto notó el gesto, porque solo aceptó y ya no dijo nada.

–¿Si sabes que eso significa que yo gano, no? – ¿Cómo no saberlo? No dejaba de parlotear como un loro sobre ello. Le di una afirmación con la cabeza y me tiré de llenó al sillón en el que estaba sentado. Ya no quería escucharla. Era tan irritante. Cuando la había conocido había visto en ella algo diferente a las demás, hasta creí que podía llegar a ser como que Sally, la dulce Sally, pero sin duda, esa fue la única vez que me había equivocado en la vida. Ella era peor que todos, peor que los demás. Y yo tenía que soportarla. Ya me había acoplado tanto a su persona cuando había notado mi error, que dejarla me hubiese perjudicado más que ayudado. Buscar a otra persona con la que fingir implicaría aprender nuevos hábitos, nuevas formas, y ya estaba harto de intentar aprender cosas que no nacían en mí. ¿Amar? Absurdo. ¿Poner a alguien antes que a mí? Imposible. ¿Sonreír todo el tiempo? Bueno, si la gente muriese a mi alrededor podría hacerlo con facilidad, pero no, nadie parecía quererse morir. 

–Sally – Su nombre salió de mi como un pequeño silbido. Saboree mis labios recordándola. Deliciosa mujer. ¿Qué estaría haciendo ella en este momento?

–¡Joaquín! – Su odioso grito perturbó mi calma pasada. Suspiré y me incorporé, la vi llegar al umbral de la puerta, y la miré tratando de darle mi mejor sonrisa para incitarla a que continuara hablando – Hay una cucaracha en la mesada – ¡Ajjj! ¿Por eso me molestaba? Jamás iba a poder comprender su aprehensión por los bichos. Era uno de los misterios más grandes para mí. ¿Por qué temerles a los insectos? No eran nada, eran mucho menos que nada.




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Múltiple [Suspendida indefinidamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora