Capítulo 1.

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           El fin de la tarde se aproximaba y el firmamento, despejado en su totalidad, comenzaba a dar paso a una noche agradable sin llegar a ser fría. Era un 20 de Junio, el día previo a la última jornada de clases en los diferentes colegios mágicos Europeos y las tiendas del Callejón Diagon estaban aun abiertas. La frenética actividad del día comenzaba a despejarse, para dar paso a la serenidad de las últimas horas de apertura de la gran variedad de comercios mágicos que había en aquella calle.

Poco a poco, las calles se iban quedando despejadas de personas. Las farolas de aquella importante vía se encendieron dando candidez al entorno, aunque por la hora que era, casi todo estuviera cerrado. Con el paso de las horas y la llegada de la noche, un cuervo negro se posaba sobre una de las fachadas, era el único ser vivo que había por allí. Aquella ave alzó el vuelo y el batir de sus alas, cual presagio de infortunios, era frío y seco.

Todo había quedado desierto y dentro de la tienda de Instrumentos Mágicos, cerca de su escaparate, había un enorme y antiguo reloj de pie. De un acabado muy llamativo, se podía notar que era una verdadera reliquia que estaba hecha en un metal forjado en bronce. En las manecillas de este marcaban las doce menos un minutos y el segundero iba directo, en su eterno recorrido, hacía las en punto. Cuando llegaba la hora del cambio de día, que casualmente daba paso al inicio del verano, comenzó a dar las campanadas de la medianoche. Una tras otra las campanadas iban sonando hasta que al llegar al cambio entre la undécima y la duodécima hubo un pequeño lapsus de tiempo entre ambas, casi imperceptible, pero que se había producido.

Justo al inicio del Callejón y a los pocos segundos del comienzo del 21 de Junio, de la entrada que seguía al Caldero Chorreante, aparecía de la nada un personaje de no más de metro treinta de estatura. De pocas dimensiones y que por su forma física aparentaba ser la de un niño, o niña, de tan solo diez u once años. Ataviado con una capa negra con capucha, esta túnica era de cuerpo completo, con mangas donde meter los brazos y sin ninguna otra señal que lo identificara. Aunque en principio no llevaba el capuchón puesto, elevando sus manos lo sujetó colocándoselo y caminaba atravesando la vía sin que nadie se cruzara en su camino.

Como si fuera un niño curioso, iba mirando de escaparate en escaparate las tiendas. Se paró justo delante de la Tienda de Artículos de Calidad para el Quidditch, admirando la gran cantidad de escobas y uniformes para los jugadores de aquel deporte; al igual que las fotos de los personajes míticos y biografías de los más importantes.

Corriendo exploraba otros expositores de la otra acera, se puso delante del escaparate de la Tienda de Instrumentos Mágicos y observaba los artículos que exponía. Era fascinante la gran cantidad de objetos de uso mágico y su colocación, a pesar de estar abarrotada de cosas, estaba colocada al milímetro.

Continuando por la calle, llegó a la librería Flourish y Blotts, donde en su exposición de libros había varios de historia, incluido uno muy especial que llevaba por título: "Harry Potter y la caída del señor Tenebroso.". En una pequeña nota a pie del libro ponía: "Han pasado diecinueve años desde que, el que no podía ser nombrado, fue derrotado y desterrado del mundo mágico. En este libro explicamos con todo lujo de detalles, como el mago más famoso de todos lo derrotó hace casi dos décadas." Mirando el resto de carátulas de libros, había multitud de ellos didácticos que servirían para el próximo curso académico, pues el que se cursaba en aquellos momentos ya estaba cerca de finalizar.

Una pareja de Aurores se aproximaba desde la distancia, eran dos hombres de casi cuarenta años que pareciesen vigilar los caminos. La pareja de compañeros hablaba en voz alta, se intuía que se dirigían al Caldero Chorreante a concederse un descanso en su patrulla nocturna. El encapuchado, aun admirando el escaparate, escuchó como se le acercaban y giró la cabeza mirándoles. Sin que estos lo divisaran pasaron por la calle sin que notasen nada extraño, no llegaron a ver a nadie en la vía, siguieron su camino como si tal cosa y al entrar en el establecimiento saludaron a los que estuvieran dentro.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora