Capítulo 3.

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           El ministerio de magia en Londres, el lugar donde se centralizaba la organización y todas las funciones administrativas de magos, tanto ingleses como irlandeses. Tras el final de la guerra y la desaparición del Señor Oscuro, con el paso de los años había sido reconstruido e inclusive algunas secciones se habían ampliado. La oficina de Aurores ahora era una edificación independiente dentro de la zona del ministerio, habían abandonado la segunda planta del edificio principal y ahora tenían uno propio, de tres amplias plantas superiores y varias otras inferiores que servían de calabozos.

No desentonaba para nada con la estética general de todo el ministerio y quedaba como si fuera parte del principal. Con el paso de los años y la erradicación casi total de los mortífagos, cada vez tenían menos trabajo. Tiempo atrás, en sus años gloriosos formaron un poderoso destacamento de magos, que se enfrentaron a grandes desafíos para pacificar de una vez por todas, el mundo mágico.

Dentro estaban las oficinas, en la planta baja se atendía a todo el público. Cualquiera que tuviera un problema y acudiera allí, era bien recibido y le ayudaban a solucionarlo. Un enorme recibidor a modo de sala de espera, con cómodos bancos en fila y los carteles de los pocos fugitivos que quedaba, estaba colgado en las paredes. Detrás del mostrador del recepcionista, aquella sala daba pasó a una serie de cubículos abiertos, donde cada uno de los guardianes del orden se ocupaban de cada caso de manera personal.

En la segunda planta, se ocupaban de temas más importantes, casos de corruptos entre los miembros del consejo, investigaciones de posibles magos oscuros aun ocultos, búsqueda de fugitivos de la justicia y todo lo relacionado con la investigación en profundidad. Aquella planta se organizaba en varios salones, mucho más amplios que los cubículos de la inferior y agrupados en destacamentos de ocho a diez Aurores, estos se encargaban de manejar la información y organizar cada caso específico.

La más alta estaba dividida en dos secciones, el despacho del jefe superior de aquel organismo y la sala de las asambleas, donde se podían reunir toda la plantilla para debatir los temas de mayor importancia. Aquella sala de reuniones era circular y tenía un graderío a su alrededor, a modo de que todos pudieran verse las caras. No tenía ventanas y su techo era en forma de cúpula en el que todas sus paredes parecieran reflectantes.

Una luz dorada siempre iluminaba aquella estancia, sin que se supiera de donde proviniera. En el centro, en el suelo había grabado el emblema de los aurores y su nuevo lema: Ninguna Magia Oscura podrá contra nuestra Luz, somos el azote de las tinieblas. Por nuestro honor juramos guardar el orden, con la verdad por convicción y el valor por devoción.

Era jueves, 31 de Agosto, el día previo al inicio del nuevo curso escolar. En la oficina del jefe de todo aquel cuerpo de vigilantes, todo estaba bien organizado. Una amplia mesa central, un gran ventanal desde el que poder ver el trasiego de todos los que estuvieran fuera, en la vía principal del ministerio. En las paredes estanterías repletas de carpetas y grandes archivadores. Un gran espejo semicircular en el que se ocultaba un pensadero y a su lado un enorme cuadro con marco de plata sin ningún dibujo en su interior, solo una masa de sombras que se movía sin prisas.

Eran las seis de la tarde y aun estaba sentado en su despacho Harry Potter, terminando de archivar los últimos documentos que había sobre su escritorio y preparando el envío de algunas cartas. Todo estaba en calma cuando en el cuadro que había en su interior, la oscuridad comenzaba a disiparse y tomaba forma.

La figura de tamaño real de una mujer, vestida de la época victoriana con un traje azul y un bonito sombrero, la joven que parecía sacada de un marco muy elegante, portaba también un paraguas del mismo color y se quedó mirando al hombre, que estaba inmerso entre sus papeles esperando a que se diera cuenta de que estaba ahí.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora