Capítulo 20.

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           En la habitación de los de primer año de la casa de Gryffindor, a eso de las tres de la madrugada, aun era muy temprano para que alguno de los alumnos se despertara, todos dormían, y el sonido de una fuerte lluvia se escuchaba en los cristales. El mes de octubre estaba finalizando con un tiempo invernal, llovía desde hacía día y medio sin parar a diferentes ritmos. La sensación térmica era tan baja que ya daban por sentado que las primeras nevadas iban a llegar en noviembre.

Por los pasillos de la escuela vigilaban los Prefectos, aquellos elegidos aquel año para ser los custodios de los corredores durante la noche. A las afueras de la escuela estaban apostados el grupo de cuatro Aurores, enviados desde el Ministerio, para dar más seguridad al edificio.

Uno de los Prefectos sintió la necesidad de utilizar el baño y fue hasta la quinta planta, entro en él e hizo sus necesidades. Aquella estancia estaba tranquila y sin más se marchó de allí para continuar con su patrulla.

En el interior del cuarto de los de primer año de la casa del león todo estaba muy tranquilo. Los alumnos estaban tapados hasta la cabeza por las bajas temperaturas y solo se podía distinguir de ellos sus figuras bajo las mantas, pero poco más, no se les veía ni las caras. El único en aquella estancia que estaba casi destapado era Albus Potter, que parecía no verse afectado por aquellas condiciones climáticas.

Estando toda la torre en un estado de calma, muy en sintonía con el resto del colegio, en una de las ubicaciónes no estaba tan tranquila como el resto. Volviendo a la quinta planta, a aquellas mismas horas, en el baño de los prefectos la piscina que había por allí se volvía a llenar de un agua tan luminosa como cristalina.

Tras desbordarse y anegar un palmo de todo el baño, como lo había hecho en ocasiones anteriores, así permaneció unos segundos y las ondulaciones, de estar apareciendo un personaje bajo el palmo de agua, se volvieron a producir, al igual que la aparición de aquel personaje que volvía a llegar a la piscina y se sentaba en el borde.

En aquellas aguas la visión trasparente desapareció y comenzó a crear imágenes. Ahora podía ver el interior del cuarto de Albus Potter, como este estaba durmiendo sin percatarse que le estaban observando. Escudriñando sus pertenencias su visión se adentró al interior del cajón que tenía al lado de la cama y allí descubrió el Peón de oro blanco que resplandecía, al sentirse observado, con su propia energía.

Las aguas dentro de la piscina se partieron en dos mitades. En la de la izquierda aun seguía divisándose al jovencito pero, en la parte derecha, su visión comenzó a cambiar generando una aún por determinar. En la parte desde donde veía al joven pareciera que se estuviera introduciendo en sus sueños, pues comenzó a divisar lo que soñaba.

El segundo hijo de los Potter soñaba que sobrevolaba con la escoba a una impresionante altura. Sobre la tierra estaban todos los integrantes del colegio, que lo contemplaban volar sin decir palabra. Para su desgracia la escoba sobre la que estaba volando, perdiendo material al contacto con sus manos, comenzaba a desintegrase muy deprisa y aquello lo aterró.

Queriendo volver al suelo, desesperado, intentó dirigirse hacia tierra firme, pero su escoba se desintegró por completo dejándolo en caída libre. No podía hacer otra cosa que ver como se iba aproximando a la tierra, su varita no aparecía a su llamada y cada vez veía mejor el suelo, tanto a los profesores, como el resto del alumnado que admiraban como caía sin remedio.

Sin poder gritar, notaba como el suelo ya no estaba lejos y notó como los profesores se dieron cuenta de que estaba en peligro y comenzaron a realizar conjuros para detenerle, más ninguno funcionaba con él. Todo intento por pararlo fue en vano, al final se rindieron y bajaron las varitas para contemplar su final.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora