Las Cinco Varitas.

Capítulo 24.

Segundo Acto: Réquiem.

Las ocho de la mañana del día 18 de diciembre, aquella jornada había comenzado muy fría en el Reino Unido. Los vientos procedentes del norte, aquella mañana, eran muy violentos y las calles de la capital del país estaban desiertas por la alerta de ventisca. Las vías y las aceras estaban cubiertas por una gruesa capa de nieve y las condiciones climáticas eran tan fuertes que ni los operarios, encargados de despejar las calles, tenían la autorización de salir a cumplir con su trabajo.

No solo el papel del funcionariado público se había suspendido, por las bajas temperaturas que rondaban los menos quince grados, las autoridades recomendaban no salir de casa y mantenerse caliente. Aunque la decoración navideña estaba colocada en todas partes, para incitar las ventas, estas estaban recubiertas de nieve y escarcha y, de seguir así, el país entero quedaría paralizado por completo.

En lo correspondiente al mundo mágico, gracias a sus habilidades, su día a día proseguía con relativa normalidad. En el Callejón Diagón los encargados de limpieza de los caminos habían despejado sus calles de nieve y las tiendas abrían como de costumbre, aunque no había mucha gente que pasase por allí.

En la tienda de Sortilegios Weasley, George Weasley desoyendo los consejos de su madre en la Madriguera, se aproximaba a abrir su establecimiento. Aunque Moly le recomendara que no abriese su local por el mal tiempo, el pelirrojo no quería dejarse llevar por el desánimo y la apatía, quería aparentar normalidad ante la difícil situación que estaban viviendo.

Abrigado, de pies a cabeza, tenía varias libretas en las manos. Las vacaciones de navidad marcaban otro de los puntos más fuertes de venta, aunque los pronósticos auguraban que aquella campaña sería atípica, tenía que hacer un último inventario de todos los artículos nuevos que saldrían a la venta cuando los niños estuvieran de vuelta en la capital.

Mientras abría las puertas de su local admiraba el cielo aquella jornada, una ráfaga de aire frío le impactó consiguiendo que le diera un escalofrío y un mal presentimiento. Aunque hubieran retirado la nieve hacía poco del camino, la nevada seguía cayendo y en poco tiempo toda la vía se veía cubierta por una nueva capa blanca.

Girando la cerradura de su local, teniendo un nuevo mal presentimiento, el pelirrojo se fijó en el resto de comercios como estos seguían en su rutina diaria y abrían todos a la vez a la misma hora incluido el Banco de Gringotts que, puntual como un reloj, abría sus puertas a los ciudadanos que tuvieran que retirar efectivo para realizar sus compras de navidad. Nadie en aquella vía esperaba un día intenso de ventas pero no querían paralizar su actividad para no contribuir al ambiente tan tenso que había en el mundo mágico desde el día anterior.

El hombre adentrándose en el interior del local, hasta allí mismo, le llegaba la suscripción diaria de El Profeta. La portada estaba hasta el colapso de titulares con referencia al Senado de Magia, pero el que más le llamó la atención fue leer: "Harry Potter: ¿Desaparecido?". En la breve explicación, que exponían debajo de las letras en negrita, comentaban que se encontraba en paradero desconocido desde que la crisis estalló y nadie sabía dónde estaba.

            Casi a la misma hora, muy al norte, en el colegio Hogwarts los niños ya se habían despertado y estaban preparando sus cosas para la vuelta en tren. El expreso, que los devolvería a la capital, salía a las nueve en punto de la mañana y ninguno de ellos quería quedarse atrás.

Durante la cena Navideña no había trascendido nada de lo que les esperaba al volver a sus casas, se enterarían de las noticias al llegar a Londres. Aunque todo el profesorado aparentaba normalidad durante toda la jornada del día anterior, aquella mañana, estaban todos muy callados y solo se despedían, muy amables, con los alumnos que se iban encontrando.