Capítulo 26.

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En el Callejón Diagon, nadie podía molestarse en socorrer al que yacía medio sepultado por la nevada en plena vía. El cuerpo de George Weasley estaba allí, aun guardaba algo de vida en su interior, solo que no le quedaba ni la menor fuerza para moverse y esperaba tranquilo a que la congelación lo durmiese para no despertarse jamás.

En la calle había algún que otro Dementor, que se movía por donde quería, pero también había una persona, abrigada con un espeso abrigo con capuchón cerrado que no se podía distinguir quién era pero, este personaje iba directo hacia donde estaba el pelirrojo y al ponerse a su lado comenzó a hablarle. Gritándole trataba de que reaccionara y se pusiera de pie.

— ¡Vamos George! ¡No te rindas! —una voz masculina le imploraba que no se diera por vencido; le sujetaba del brazo para ponérselo sobre su cuello y así seguir avanzando hacia el Caldero Chorreante.

Sin la capacidad de hablar, el pelirrojo, trataba de ayudar a su salvador en todo lo posible y, aun sin fuerzas y casi congelado, ponía un pie frente al otro para continuar su camino. Por fortuna llegaron hasta la puerta del establecimiento y el salvador, sin dejar de aporrearla, suplicaba que les abrieran.

Sintiendo como los cerrojos se desbloqueaban la ayuda llegó y por fin pudieron entrar dentro. Hannah Longbottom, la mujer de Neville y dueña del establecimiento se apresuraba a meterlos dentro, donde aun había algo de calor. Ella, que conocía a George Weasley de hacía muchos años, se apresuraba a ofrecerles mantas y una bebida caliente que libraba de los efectos de la congelación.

El misterioso salvador aseguraba la puerta de entrada, como también se apresuraba a comprobar el estado de las ventanas tapiadas y la localización de los Dementores que tuvieran más cerca.

Abrigado con diversas mantas, gracias al efecto de la bebida caliente, George recuperaba el color en la piel y comenzaba a sentir que podía moverse otra vez. Casi le faltaba derramar lágrimas de alegría al volver a sentirse con vida.

Cuando todo se tranquilizaba, el personaje que le había salvado aceptaba una taza de bebida caliente por parte de la propietaria del local, que parecía que también lo conociese, se quitaba la capucha revelando que era Edward Lupin el que le había socorrido.

—Teddy, que alegría verte. Muchas gracias por ayudarme —Aunque en principio no le hubiera reconocido la voz, debido a que tenía la boca tapada por su abrigo, no podía mostrarse más agradecido en aquellos momentos—. Desde verano no sabemos nada de ti. ¿Qué hacías en el Callejón? ¿Cómo sabías que estaba en apuros?

—Me estaba congelando en el lugar donde vivo y pensé que en El Caldero Chorreante estaría mejor y por el camino di contigo. Ha sido un completo milagro, si hubieras permanecido dentro de tu tienda, hubiera pensado que te habías puesto a salvo.

—Menos mal que estaba en tu camino —En su pensamiento daba gracias al cielo por haber salido y no quedarse atrincherado en su establecimiento, pues no lo hubiera contado—. ¿Estás viviendo por aquí cerca?

—Tengo una guardilla alquilada en el barrio colindante, no se lo he dicho a nadie por....

—Demasiado cerca del Callejón Knoctum, ¿no es cierto?

—En efecto —admitía avergonzado. Un estudiante de tan buenas notas, que le gustara merodear por aquel oscuro paraje, no le parecía algo digno de ir contándoselo a la gente—. Me fascina las Artes Oscuras, pero no quiero que la gente piense que me he desviado del camino.

—No te avergüences. Muchos otros comerciantes del callejón piensan que debería avergonzarme por regentar una tienda de chucherías para críos y se creen que mi local vale menos que el de ellos. Yo no me considero mejor ni peor que nadie pero disfruto fabricando chuches con miles de usos y que los demás que piensen lo que quieran. Tú tienes que hacer lo mismo: Las Artes Oscuras pueden tener de atractivas lo que para otra persona le parezca fascinante la Lectura de Runas. Siempre y cuando seas consciente de que no perderás el rumbo y acabes rodeado de muy malas compañías.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora