Capítulo 27.

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Con la finalización de la tormenta polar, los últimos días del otoño parecían haber recuperado su clima habitual. Aún hacía frio pero, con la desaparición de los Dementores, las temperaturas subieron tanto en tan poco tiempo que estaban rondando poco más de los 0 grados. El pasar de sufrir un clima siberiano a 3 grados centígrados era un incremento que muchos agradecieron, inclusive algún que otro ciudadano pensó que hacía hasta calor.

Con el fin del bloqueo a la capital y la restauración de la energía, las comunicaciones volvían a funcionar. La comunidad mágica informaba a los gobiernos muggles europeos del final del peligro más inminente que estaban sufriendo. En los otros continentes, los tres magos restantes, estaban aun interviniendo pero sin causar tanto desastre como su compañera, pareciese que solo quisieran realizar su cometido y nada más.

Aunque fueran las siete de la tarde y tras la desaparición de las nubes siguieran bajo la noche natural, a pesar de ser una hora en la que la gente ya debería estar cenando en sus respectivas casas, tras haber pasado uno de los peores días que se recordaban, la ciudadanía, seguía refugiada en lugares habilitados. Cuando todo mejoró abandonaban, con mucha cautela, los refugios y hospitales. Muchos optaban por volver a sus casas aunque otros, sobre todo los que tuvieran negocios, se apresuraban a evaluar los daños del vertiginoso temporal.

Deseosa de recuperar la normalidad, las máquinas quitanieves se pusieron en funcionamiento en todo el país. Por fortuna no lo hicieron solo los muggles, las fuerzas mágicas de los Aurores, aun no sabiendo donde estaba Harry Potter, se pusieron en marcha siguiendo las instrucciones que había dado antes de partir hacia su destino.


          En la estación de King's Cross, cuando todo parecía haber acabado, los tres Aurores encargados de la custodia del tren se alejaban de este. Al desaparecer por completo el bloqueo, que partía en dos el gran edificio, ahora entraban en sus corredores. Todo estaba congelado y en un silencio sepulcral. Las fuerzas del Ministerio se adentraban en esta para explorar que no hubiera peligro. Al poder hacer uso de sus varitas, ahora que no había testigos que los pudieran ver, comenzaron a reparar los desperfectos de la estación y dejaron todo el lugar bastante presentable para cuando acudieran los padres en busca de sus hijos.

No había nadie por la estación y los empleados, tanto de la propia terminal como los de sus comercios, estaban refugiados en el subterráneo. Los tres hombres se percataron de que había gente por allí gracias a los detectores de vida que llevaban. Al comprobar que estaban bien les informaron del final de la alerta y que podían volver a sus casas. Aquellos ciudadanos no los veían a ellos con su uniforme de agentes mágicos, debido a una poción de trasformación para evitar que los vieran así, los supervivientes muggles veían a los Aurores como si fueran policías londinenses.

Dos de ellos volvían al tren para comunicar a los profesores que la estación era segura y que los alumnos pudieran salir del tren. El tercero, que era el que tenía una ligera cojera, continuaba en solitario en una segunda vuelta por si había algún rastro más de vida por los alrededores que necesitara ayuda.

En la segunda planta, donde solía haber algunos locales comerciales, por allí ya había pasado antes sin ninguna novedad pero, de repente, comenzó a notar un pequeño rastro de vida. Pensando que podría ser algún ciudadano en apuros, que necesitara ayuda, lo siguió y cuando descubrió que no era un único rastro sino tres, que los había pasado por alto al estar apostados en lo más alto de la estación, aquellos seres se le aproximaban muy deprisa. Se cercioró en que aquello se trataba de una trampa y en un intento de hacer una aparición de escape no tuvo tiempo pues, tras ver tres sombras oscuras que lo rodeaban, una energía le impactaba de lleno inmovilizándolo por completo.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora