Capítulo 37.

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El expreso de Hogwarts, que volvía a la capital para dejar a los niños con sus familias por la época estival, estaba escoltado por un gran destacamento de Aurores, que velarían por su seguridad durante todo el trayecto. No se esperaba que las fuerzas de William Wood trataran de atentar contra la próxima generación de magos, debido en parte a la advertencia de su benefactor que le prohibía acercarse a un colegio y como el brujo no sabía si lo que quería proteger era las escuelas o los que estaban dentro se sabía que ni les tocaría. Pero como esa información solo era conocida por los Aurores, la ciudadanía en general exigía extremar las precauciones.

En el interior del tren había gran expectación por lo que hubiera acontecido durante aquellos meses, debido a que no se les permitía leer los periódicos en el colegio, y la mayoría de los alumnos no sabían porque había tanta seguridad alrededor del expreso.

En un compartimento privado estaban Albus y James Potter, Rose Weasley y Scorpius Malfoy. De todos ellos James era el que más alucinado estaba de la cantidad de agentes volando a escoba a las afueras y Albus era el más callado, aunque nadie sabía porque estaba tan en silencio.

El jovencito salía del compartimento sin decir a donde iba y se puso a caminar por el corredor del tren, que estaba bastante atestado de alumnos, todos ellos mirando por las ventanas preguntándose qué pasaba. Albus miraba como dentro de los diferentes compartimentos el tema de conversación era el mismo que el de los pasillos.

En un compartimento concreto solo había una integrante y un gato. Allí se quedó mirando por la ventana viendo como Vega tenía todo aquel habitáculo con libros muggles repartidos por todos lados y ella sentada en el centro, estudiando todo lo que podía. Al llegar a Londres tenía que hacer frente a los exámenes del curso que hubiera cursado, de no haber acudido a Hogwarts, ese año y su gato la observaba recostado en el sillón con cara de cotilla.

Tocando la puerta se adentraba y se sentaba tan taciturno como estaba en el otro compartimento. Su compañera lo ignoró un poco, ni siquiera preguntó porque estaba allí y seguía concentrada en lo suyo, pero al cabo de un rato lo miró y se decidió preguntar.

— ¿Pasa algo? —le preguntaba sin soltar un libro de las manos.

— ¿Te puedo contar un secreto? Pero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie.

— ¿Un secreto? ¿Por qué a mí?

— Porque necesito la ayuda de alguien que no sea de mi familia. Tengo que hacer que alguien se entere de algo sin que sepa que se lo he contado yo.

— ¿Eing?

Albus sacaba unos papeles donde tenía escrito algunas cosas y pensando como explicárselo se puso a recordar lo que había pasado aquella misma noche, cuando acudió a la sección prohibida.

Era la noche del banquete de despedida vacacional y todos estaban reunidos en el gran comedor. Albus no pensaba dejar de asistir pero, cuando todos se fueron marchando, se esfumó y se fue directo a la biblioteca que en teoría debiera estar despejada de alumnos.

Sus previsiones se cumplieron pero con lo que no contaba era que también estuviera cerrada, pues no esperaban que nadie se pasara por allí durante aquella noche. Más el conjuro que la mantenía cerrada no pudo hacer nada contra el joven, que abría la puerta sin costarle mucho.

El interior estaba a oscuras y silencioso. Nunca había estado tan cómodo por allí, pues no tenía que hacer malabarismos para que nadie le viese llegar hasta la entrada anexa, y accediendo a la sección prohibida con tanta facilidad, como había entrado en la biblioteca, miraba los libros que contenían tan oscura información.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora