Capítulo 30.

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El tiempo estaba inestable, llovía muy fuerte en el exterior de La Madriguera, aunque aun persistía en la superficie la cantidad de nieve caída durante la ventisca de los últimos días. Pero aquellas precipitaciones no cumplían las condiciones para convertirse en nieve y lo hacía en forma de lluvia, casi torrencial.

Alrededor de las tres de la mañana todo el mundo dormía en sus respectivas habitaciones que, por el volumen de miembros de la familia Weasley, ninguno tenía cuarto exclusivo; a excepción de los matrimonios.

El elfo Kreacher daba un último vistazo por toda la casa. Gustaba de dar rondas nocturnas para comprobar que todo estaba bien por allí. Cuando paseaba por la cocina, que estaba a oscuras como el resto de la casa, por un segundo sintió un sobresalto y se fijó en un punto concreto de aquel espacio. En la parte más oscura, por un segundo, le pareció ver a otro elfo doméstico estático allí.

Al principio le pareció haber detectado como se movía, antes de quedarse quieto, pero creyendo que podría ser una alucinación se aproximaba, con cautela, hacia la oscuridad. Chasqueando sus dedos generó un destello de luz que iluminó la estancia en el acto. Se tranquilizó al ver que, lo que él creía que era otro elfo, en realidad era un conjunto de cosas de la cocina que, a diferentes distancias y en la oscuridad, daban la impresión de la forma de aquella curiosa criatura.

Tras cerciorarse, por duplicado, de que no había nada en toda la casa, se fue a su cuarto a dormir. Solo que en aquella ocasión le había tocado compartirlo con Teddy Lupin, que se había quedado a pasar las navidades con ellos. No le hacía ninguna gracia, pero no le quedó más remedio que aceptarlo como temporal compañero de habitación.

En el cuarto, de los hermanos Potter, los tres habían tenido un día ajetreado, jugando, que dormían desde hacía horas. Albus se movía algo más que el resto pero sin síntomas de tener ninguna pesadilla. El joven, en un estado de somnolencia, no sentía ni calor ni frio, pero al estar obligado a tener todas aquellas incómodas mantas encima le hacían moverse más que Luna y James, que ambos estaban muy a gusto bajo el calor de aquellos edredones.

Con tanto movimiento el segundo hijo de los Potter estaba cerca de despertarse y destaparse del todo pero, de repente y dentro de su sopor, dejó de sentir aquellas pesadas colchas encima y se comenzó a relajar pensando que era posible que se le hubiera caído de la cama entre tanto meneo.

Estando tranquilo y bocarriba, de buenas a primeras, se percató de algo curioso: no sentía las mantas pero tampoco percibía el colchón. Tendría que estar en una clase de sueño en el que sentía que estaba flotando en el aire. Al abrir un poco los ojos, se extrañó de estar divisando el cielo nocturno pero, pensando que estaba dentro de algún tipo de sueño, no le prestó mucha atención y los volvió a cerrar. Con sus manos las dirigió hacia la parte donde debiera estar el colchón y tampoco lo detectó, pareciera que estaba levitando en el aire en verdad.

Cuando los volvió a abrir esta vez sí que no los volvió a cerrar, aun estando en proceso de despertarse, lo primero que pensó fue: ¿Qué había pasado con el techo de la habitación donde dormían? Al darse cuenta de que no estaba en el interior de la casa, su sobresalto fue inmenso y se espabiló de golpe.

Tenía ante sí la amplitud del firmamento nocturno, repleto de estrellas. Aquel paisaje era tan bonito que no le apetecía marcharse de donde quisiera que estuviera pero, girando la cabeza, su corazón empezó a latir a mil por hora al darse cuenta de donde estaba.

No se podía creer que estuviera muy por encima del manto de nubes que envolvía casi todo el país. Pensó que tendría que estar dentro de alguna clase de sueño muy real pues, a aquella altura, la falta de oxígeno y las bajas temperaturas acabarían con la vida de cualquiera. A pesar de todo lo que tenía en contra, por alguna razón, el respiraba sin ningún problema.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora