Capítulo 19.

8 1 0
                                    


          Tres personajes viajaban a toda velocidad atravesando duna tras duna, montados en camello, bajo una tormenta de arena que cada vez se hacía más impetuosa. Su destino era alejarse lo máximo posible de la zona cero, el lugar subterráneo donde habían colocado los explosivos que borrarían de la existencia aquel rastro de civilización hallado en el desierto.

Ronald iba en último lugar y llevaba un reloj digital en las manos, que marcaba una cuenta atrás, y solo faltaban diez minutos para el final. No sabían hasta que punto iba a llegar primero la explosión y la destrucción que podría proseguir luego. Su intención era la de estar lo más lejos posible de ambas y, aunque salieron con mucho tiempo, no se esperaban que el tiempo exterior estuviera tan hostil. Tanto fue así que tuvieron que escarbar hacia arriba, pues la torre casi había vuelto a estar sepultada, para poder salir al exterior y aquello los retrasó bastante.

No se veía nada más que arena en suspensión, que se hacía muy violenta, pareciera que el tiempo también estaba ansioso por presenciar la detonación y se hacía más virulento. Hermione iba encabezando la carrera y llevaba una mochila bien enganchada a su cuerpo, donde guardaba todas las evidencias descubiertas de su expedición. Todas estas pruebas se reducían a unos cuantos carretes llenos de fotografías y el tubo donde guardaban los pocos restos hallados que no parecían ser de aquel lugar. Con la tempestad había perdido el mapa y solo se podía guiar por su reloj brújula que apuntaba directa hacia la salida de la Senda del León.

—Hermione: Hemos dejado explosivos para borrar un buen perímetro, pero vamos muy retrasados, puede que incluso llegue hasta aquí. ¿Cuánto calculas que falta para salir de la senda?

—No pienses en eso y no te detengas —Angustiada sabía que aun faltaba muchísimo camino para estar a salvo, pero no quería distraer, ni preocupar a los que le seguían.

Iban hacia la "salida" más próxima de aquel camino en el desierto, pero el tiempo estaba siendo tan brutal que hasta los camellos estaban frenando. Las patas se les enterraban en la gran cantidad de sedimento que estaba dejando aquella tormenta.

Por un momento tuvieron que frenar pues se encontraron con los cadáveres, casi enterrados, de los tres exploradores y sus camellos, que habían huido de allí antes que ellos. La tormenta los había derrotado antes de poder salir de la senda.

— ¡¡¡No!!! —gritaba Dasan al ver lo que quedaba de sus compatriotas y bajaba del camello para intentar socorrerlos, aunque era evidente que estaban muertos.

—No podemos hacer nada por ellos, si nos quedamos aquí moriremos de igual forma —La violencia del viento fue tan fuerte que la tiró de su montura, consiguiendo que su marido bajara a socorrerla.

— ¿Te encuentras bien? —Angustiado mantenía a su mujer entre sus brazos, los animales de los tres se alejaron de allí sin saber hacia dónde se dirigían—. ¡Los camellos! —Intentando correr tras ellos no pudieron hacer nada y desaparecieron entre las arenas. Seguirlos iba a conseguir que se perdieran del todo—. Santo cielo, este es nuestro fin —Al cerciorarse de que ahora irían mucho más lento, todos temieron lo peor. La tormenta les iba a engullir como lo había hecho con los que habían huido antes que ellos—. Queda tres minutos para la detonación. No sé si nos afectará pero corramos todo lo que podamos.

Dándole la mano a su mujer la ayudaba a incorporarse, acompañados del mago local y siguiendo siempre la brújula, trataron de escapar de allí aunque sabían que tenían pocas posibilidades de salvarse y aquel desierto se iba a convertir en su tumba.

—Déjalo Ron —Hermione, que casi no podía andar por la cantidad de arena que se le estaba interponiendo en el paso, se detuvo. Sabía que, aunque se salvaran de la explosión, aun le faltaban muchísimos kilómetros para poder salir de allí y aquella era una carrera pérdida por la supervivencia.

Las Cinco Varitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora