Cura

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"Haerent"

S. M Guzmán

Capitulo VIII

Las palabras causaron en ella un efecto avasallante que la enmudeció por completo incapaz de si quiera pensar con claridad.

Cuando logro asimilar la veracidad de la historia en los ojos de su narrador , su corazón estallo entre su pecho y costillas, y sin darle tiempo de seguir procesando la cantidad de palabras desordenas que se incrustaron en su piel él hablo nuevamente.

── Quédate tranquila Granger, yo ya no volveré a molestarte ── Hizo una pausa pesada.── Quiero terminar de decir que esos momentos que compartí contigo, han sido lo mejor que me ha pasado en la vida.

Una ola la golpeo nuevamente, Draco salió de la habitación dejando ha Hermione, confundida y por primera vez en su vida, sin nada que decir.

El sentimiento que corría por su torrente era capaz de mantenerla callada. El aire apenas salía, simplemente por la costumbre de sus pulmones. Sentía de todo y a la vez nada; Todo lo que hubiera podido expresarle, si la historia no tuviera tantos perjuicios en su contra y formas de matarla. Sentía nada porque aun no le creía, como alguien pudiera darse vuelta tan rápido.

Sintió un hormigueo recorrer su mano y al volver a la realidad. Vio a Luna, mover sus labios, pero no podía escuchar ni comprender nada.

Soltó un alarido lastimoso que la dejo sorprendida, se hecho encima de Luna, abrazándola fuertemente.

── ¿Qué sucede Hermis?

Fue tan maternal el tono de la pregunta que helo la sangre de Hermione, al recordar cuan sola estaba. No podía omitir el hecho de que contaba con grandes personas a su lado. Pero ya sus padres no estaban a su lado, y para su mayor temor Draco, tampoco. No tenía nombre para sentimientos hacia él, pero si la certeza de que lo necesitaba.

Draco, cerro la puerta tras él, tuvo toda la intención de ponerle fin ha toda esa historia y sentimientos que lo ataron ha Granger. Pero todas sus promesas de pensamientos cayeron fácilmente, cuando la imagen del cuerpo desnudo de la castaña se le apareció frente a sus ojos como un espejismo. Contuvo el aliento respirando con dificultad, se acuclillo ante la imagen sub real de sus ojos.

Lo admitía ella era su locura, su deseo benevolente, el motivo de su respiración y andar.

── Malfoy ── Nombró Luna, sacándolo de su ensueño e irrumpiendo la divina visión ante él. ── Te necesitan con urgencia en el comedor.

Draco, recobro su compostura, acomodando su túnica y mirando a Luna fijamente, logrando que la muchacha sonriera cosa que le molesto.

── No te preocupes por dejarla sola, yo hablaré con ella.

Finalmente se marcho maldiciendo lo fácil que esa muchacha y Nott, leían sus pensamientos e intenciones. Llego al comedor donde la mayoría parecían incómodos, y aunque notó la ausencia de Potter, detuvo su marcha manteniendo en alto su barbilla y preservando su porte.

── Vayan directo al punto, tengo asuntos por resolver ── Fue pedante al hablar.

Sirius sonrió de mala gana ante el comentario del rubio, camino unos cuantos pasos para estar un poco cerca de él.

── Todos los aquí presentes, incluyéndome queremos saber ¿Qué sucedió con el informante?

Malfoy se tenso con evidencia.

── Nada ── Respondió de forma tajante.

── ¿Nada? ── Le cuestiono Sirius, fingiendo paciencia.

── Nada ── Volvió a insistir el muchacho.

─── Me creerás fastidioso, y perdona que difiera contigo Draco. Pero llegas aquí con un aspecto deplorable, desaliñado, llamando a Hermione ha una habitación donde ambos se encierran y gritan ¿Y aun así no sucede nada? ── Pregunta el hombre con evidente cansancio.

── Así es. Solo arreglábamos asuntos personales ── Hablo con dudas pero esa era la absoluta verdad.

Sirius, masajeo sus sienes prolongadamente, omitiendo la confesión que ya no sorprendía a nadie.

──¡Estamos en medio de una guerra!── Trato de sonar calmado pero su voz estaba cargada de desespero. ── No podemos darnos el lujo de cosas personales, no ahora ¿Entiendes?

Draco, asintió en afirmativa mientras Sirius, sonrió por inercia.

── Fuera de eso ── Hablo Draco. ── Creo que es el momento preciso para atacar ── Consiguió la atención completa de los miembros de la orden. ── Tengo la ubicación exacta del que no debe ser nombrado.

Harry, vertió el contenido de la botella, en el liquido espeso del pensadero con dudas guió su rostro a la vasija. Vio como Ginny, se detallaba su antiguo corte frente a un espejo. Sus mejillas se tornaron rojas cuando comprendió que la joven tomaría una ducha. 

Escucho el chirrido de la puerta, las cortinas del baño abrirse, sintió la angustia de Ginny de forma propia.

Cayó de rodillas al suelo por la imposibilidad de detener el acto atroz que se avecinaba ante su visión, golpeo el piso con fuerza y aunque quiso resistirse a seguir observando el desasosiego y suplicio de su pequeña. La vio hecha un ovillo en el suelo, le dolió la vida por no haber podido hacer nada.

La ira creció en él como una tormenta furiosa ¿Cómo pudo ser capaz de hacer tal daño a la luz de sus ojos? Lo iba hacer sufrir de la forma más miserable y ruin, porque él no merecía menos. Lo haría rápido para vengar el alma muerta y la inocencia que quedaron en la ducha de ese baño. La puerta se abrió con rapidez.

── Harry, te esperan ── Nombro Ron, con distracción entrando a la habitación, sin saber que había despertado una temible fiera.

Más allá de abalanzarse sobre el muchacho y lanzarle maldiciones que le reventaran los huesos hasta que perdiera la lucidez por el dolor, se puso a tantear el suelo fingiendo haber perdido algo. Le pidió que lo dejara a solas, que en un momento bajaba, espero que la puerta se cerrara y cuando hubo escuchado los pasos lejos de el pasillo, se dejo caer al suelo en posición fetal, incapaz de contener su peso, su alma se doblaba en dos ante su propio dolor.

Quiso tener a Ginny, entre sus brazos, abrazarla y besarla para ver si su respiración y amor le curaban el alma rota, le devolvían la inocencia y confianza por la vida. Pero primero tenían que tener fuerza y cura para si mismo.

Dejo de llorar, con el dorso de su mano limpio el rastro de lágrimas y espero hasta que su cuerpo tuviera fuerza, camino hasta el baño. Dudo varios minutos hasta que logró tener el valor de entrar, cuando lo hizo se vio preso de la intolerancia, la rabia y el odio tiro al suelo el espejo, golpeo el lavado con su mayor fuerza, tiro las cortinas hasta romperlas y envolverlas en sus manos para finalmente dejarse caer recostado de la pared, soltando lamentos de desdicha. Había encontrado la forma de curarse él.

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Muchas gracias por su apoyo, esta historia será algo corta aun no decido la cantidad de los capítulos, pero como ven los hechos van rápidos y precisos. Me siento orgullosa de este trabajo.

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