Ser felices T&G

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"Haerent"

S. M Guzmán

Capitulo XXXII

Verse adentrada en un bosque la sorprendió pero no tanto como darse cuenta de su ropaje. Usaba el mismo vestido con el que había contraído nupcias, su vientre estaba sumamente plano ya no poseía aquella barriga grande que en ocasiones le hacía faltar el aire por exceso de peso.

No sintió ningún miedo o sobre salto al verse así la serenidad de aquel paisaje la llenaba mágicamente avanzo con una seguridad avasallante atreves del sendero, no encontró nada más a su paso que arbustos retoñados y una fauna verde hermosa.

Vio su reflejo en una posa, su cabello rosándole las clavículas y el vestido de novio pulcro virginal que le causaba melancolía ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado con su hijo? Pero para sus preguntas no hubo respuestas, la presencia de alguien más a su espalda la hizo girarse y no pudo evitar que aquel fuego avasallante en su pecho no le permitiera respirar, frente a ella estaba la única persona capaz de hacerla temblar con el brillo de sus pupilas, de forma taciturna abrió la boca.

—Theodoro — Las palabras escaparon de sus labios sin fuerzas porque aquellas se agruparon en sus ojos.

Como si el tiempo para ellos se hubiera detenido en aquel sublime momento detallo nuevamente el escenario a su alrededor, las dos columnas de sillas, el pastal que adornaba el patio trasero de la madriguera y él... Justo frente a el inicio de las dos hileras en su espera enfundado en el mismo traje de hace siete meses atrás.

Inicio un marcha rápido quien termino en una carrera, cerró los ojos con fuerza cuando sintió el calor d él en su piel, sus brazos alrededor de su cintura y su inconfundible aroma. Aspiro con fuerza disfrutando de la calidez que traspasaba sus poros.

— ¡Merlín santo! — Jadeo.— ¡Eres tú, si eres tú!

—Te lo prometí pequeña. Te dije que estaríamos juntos cuando el tiempo lo decidiera. Todo en su momento.

Ginny, rompió el abrazo abrumada por lo que acaba de escuchar.

—Estoy muerta —Miro directamente los ojos de su marido buscando un ápice de mentira o quizás el fin de aquel sueño nada inusual en su onírica. Theodoro asintió en afirmativa aterrándola aun más.— ¡¡Mi hijo!! — Grito con desesperación e impotencia.

No recordaba nada, no podía saber que había pasado con su hijo y si estaba muerto al igual que ella.

—Ella está bien Ginny, es un hermosa niña — El orgullo en la oración los hizo quebrase.— Una niña hermosa con tu cabello y mis ojos.

 —Theo — El sollozo de Ginny, guió al moreno a levantarle el mentón con las mismas lágrimas derramadas que su mujer, encontró fuerzas para poder hablar.

—Nosotros vivimos lo que nos correspondía pequeña es su tiempo ahora. Juntos cuidaremos de ella. Sus abuelos, sus tíos, sus padrinos, le dimos una familia maravillosa.

La pelirroja mordió su labio inferior a la vez que asentía. Cerro nuevamente sus ojos con la mayor fuerza cuando Theodoro beso con presión abrumadora sus labios. Suspiro y con la misma intensidad devoro su boca con el mismo ardor que ocultaba en sus noches de soledad, con la misma pasión y realidad de poder despertar. Aunque tenía la certeza y confianza de que en esta ocasión no era un simple sueño.

—Ven — Susurro aun sobre su boca buscando a ciegas su mano.


La condujo por el mismo camino que innumerable veces recorrió para entrar a su casa en la estancia nada se escuchaba y lo siguió hasta la puerta del cuarto que ella misma había arreglado para su bebé. Al abrir la puerta la imagen la hizo llorar, Hermione estaba recostada de la pared admirando al rubio sombrío que solía ser Draco Malfoy, con una pequeña bebé entre sus brazos receloso hasta del aire con los ojos cerrados al igual que la niña.

—No, nos equivocamos Ginny.

La muchacha avanzo hasta el mueble donde el rubio reposaba, se acuclillo frente a ellos y con el corazón palpándole fuertemente acaricio la tersa mejilla de su hija a la vez que dejaba caer sus parpados reviviendo en su mente las imágenes de su parto.

—Haerent, te amo — Susurro con un nudo en la garganta. — Te amo hija.

—Ellos nos mantendrán presentes en su vida siempre amor — Theodoro, la levanto de su posición con la barbilla alzada ocultando así su propia tristeza. — Es hora de marcharnos pequeña — Dijo ofreciéndole su mano.

— ¿A dónde Theo? — Pregunto aferrándose a él.

—A ser felices.

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