Llevo trabajando con Amelia y André un día y ya quiero morirme...
— ¿Podrías traer por favor los Balances Generales de enero hasta la fecha?—asiento en silencio y me levanto de mi asiento caminando hacia el departamento de contabilidad, paso por una maquina expendedora y me cojo un helado de chocolate.
— ¿Señorita Muso?—preguntan detrás de mi, asiento hacia la chica y esta me entrega un enorme ramo de rosas... Tomo la carta pero esta en blanco, no tienen remitente. ¿Quién será?
Llego -finalmente- después de haber caminado por varios minutos al departamento y me encuentro con Gary.
— ¿Podrías darme los balances de enero hasta la fecha? Por favor.—el chico asiente y comienza a buscarlos...
Sigo lamiendo el helado, cuando alguien me toma por detrás y comienza a acariciarme.
—Te miras tan provocadora de esa manera...—sonrío y beso sus labios regando un poco de helado sobre su rostro. Lamo sus labios y sus mejías y este sonríe.
— ¿Que haces aquí?—pregunto cayendo en cuenta que esta en la empresa.
—Tenía que arreglar unos asuntos. ¿Que haces tú aquí?—pregunta besando mis labios.
—Trabajo aquí.—la toz incomoda de Gary irrumpe nuestro momento y lo observo tomando los documentos y agradeciendo. Tomo de la mano a Daario y camino con él hasta mi planta.
—Salgo en un minuto ¿de acuerdo?—beso sus labios y entro en la oficina, dejando los balances frente a André.
— ¿A donde vas?—pregunta curioso.
—No es de tu incumbencia.—tomo mi abrigo y mi bolso y salgo, saltando a los brazos de Daario. Es un tipo lindo.
Caminamos fuera tomados de la mano mientras platicamos y reímos por todo. Entramos a un restaurante y nos sentamos, siendo atendidos por el mesero al instante.
— Y cuéntame ¿que haces en Muso Inc.?—pregunta metiendo un trozo de pan a su boca.
—Es mi primer día. Así que no mucho.—tomo un sorbo de vino y observo el lugar. — ¿No te parece que esta muy silencioso? Ya es muy tarde...—pregunto observando el restaurante.
—No te preocupes...—asiento y vuelvo a tomar un poco de pasta. Sabe a gloria.
—Y ahora cuéntame tú. ¿Quien eres?—Una pregunta muy tonta, para alguien que ya compartió varios momentos candentes con el chico.
—Me llamo Daario Ivashkov. Mitad Alemán, mitad Ruso, tengo una hermana menor y unos padres apasionados por sus hijos y por su trabajo.—
— ¿Ivashkov? Eres dueño de media Londres... ¿Que te hizo viajar a Italia?—levanta los hombros y toma un sorbo de vino.
—Supongo que una preciosa mujer de ojos miel...—ruedo los ojos y me levanto de mi silla caminando hacia la de él.
—Te has ganado un beso por esa declaración aunque sea mentira.—beso sus labios y este me sujeta aún más fuerte. Mi teléfono comienza a sonar y lo cojo mientras dejo que sus caricias recorran mi cuerpo.
— ¿Hola?—la otra línea esta muda y no escucho nada más que una respiración... ¿Por que la gente siempre se confunde de número? Cuelgo inmediatamente y observo su rostro... Muy bello y guapo, tiene un poco de barba por la que pasos mis dedos, su nariz es muy fuerte y asentada, apuesto que se la debió de haber lastimado, una cicatriz recorre parte de su frente lo que no lo hace menos bello, sus ojos azules me recuerdan al mar mediterráneo, donde el cielo y el mar se vuelven uno solo, convirtiendo todo a su paso en un azul vibrante y lleno de alegría y paz.
—Eres un bocado de pie de piña.—enarco la ceja y comienzo a reírme.
— ¿Bocado de pie de piña?—
—Si. El que hace mi madre, es terco y rebelde, pero al final es dulce y adictivo. Eres mi pequeño momento de alegría y paz. Es mi favorito.—
— ¿De donde sacas lo cursi?—pregunto besando sus labios, su mano impacta con mi muslo y comienzo a reírme.
Aunque nunca lo sepa.
El también lo es para mi.