¿A donde puedo ir?
Estoy manejando sin rumbo alguno, no puedo ir a casa, por que apuesto que ese será el primer lugar al que irá Daario. No tengo otro lugar...
¡Chris!
Aparco el coche y entro caminando hacia la cocina tomando un vaso de agua, esto me ha dado mucha sed. Subo hacia su habitación mientras observo los cuadros familiares colgados en todo el pasillo. Son hermosos e incluso en alguno, observo a mis padres. Tristes recuerdos.
—Si, un poco más.— ¿Que diablos fue eso? Abro la puerta asustada y entonces escupo por toda la cama el agua.
— ¡Reina!—grita Chris tapándose el cuerpo, el otro chico se esconde tras de él y comienzan a maldecir. Comienzo a reírme con una hiena y cierro la puerta al instante, bajo hacia la sala de estar sin parar de reírme, ¡joder!.
—Cariño, te amo. Pero me acabas de interrumpir el mejor orgasmo de mi vida.—me carcajeo aún más y llevo mis manos hacia mi estomago. Hace tanto no me había reído de esta manera.
—Realmente lo siento. Escuche un sonido decadente asi que pensé que te estaba pasando algo. ¡Y lo que te estaba pasando!—ambos nos reímos más fuertes y el chico rubio se nos une un poco sonrojado.
—Mucho gusto.—me levanto de mi asiento y lo saludo en ambas mejías. —Me llamo Vita Muso, colega de este tío.—el chico me sonríe y devuelve mi saludo.
— ¿Quieren algún refrigerio? ¿Un vaso de agua?—comenta hacia mi.
—Estamos bien.—muerdo mi labio aguantando la risa y me siento junto a Chris.
— ¿Como estas?—pregunta serio.
—Mal. Estoy tan aterrada, a veces me encuentro pensando que pasará si me encuentra. No quiero volver a estar en la misma situación.—comienzo a llorar me abrazo a Chris más fuerte.
—No lo estarás. He dispuesto un grupo de seguridad élite para ti. No los ves, pero están cerca. No te preocupes. ¿de acuerdo?—
—Eres el único que lo sabe. No puedo decirlo.—
—Reina, eventualmente tendrás que decirlo. Eres fuera Vita.—
— ¿Sabes el daño que les causare?—
—Es parte del saber Reina. No puedes guardar durante tanto tiempo un secreto. Ademas, ese hombre tuyo, no lo soportará.—una pequeña sonrisa sale de mis labios, recordando al loco, hermoso pie de piña que he llegado a querer.
Me acuesto sobre su regazo y este comienza a jugar con mi pelo.
—Tienes razón, pero tengo miedo que después de saber todo, no me quiera. Estoy manchada.—acaricia mis mejías como un padre lo haría y besa mi frente.
—No lo estas Vita. Al contrario, tienes una experiencia que puedes utilizar para cambiar de rumbo tu vida, para mejorar y ser alguien que podrá triunfar, esa es la mejor forma de salir del lodo reina.—levanto mi cabeza sobre su regazo y me tiro sobre él en un enorme abrazo. ¡Lo amo!
—Pero haber, dejando a un lado mi dañada vida. ¿Es serio?—guío mi vista hacia la cocina, señalando al tío rubio.
—Me temo que si... Lo conocí durante una fiesta, es sensacional. Y en la cama.—se acerca a mi oído y susurra. —Es una bestia.—suelto una carcajada y lo abrazo muy fuerte.
De un momento a otro me encuentro en el suelo, tratando de averiguar ¿que demonios esta pasando? Me levanto de inmediato y unos chicos me sostienen por los brazos, llevándome hacia la salida. En mi pequeño campo de visión logro ver como un tío alto golpea muy fuerte a Chris. Comienzo a gritar y a zafarme del agarre de los tipos pero me es imposible, muerdo sus brazos y me sueltan, al instante corro hacia Chris y lo separo del agarre del enorme tipo...
— ¿Estas bien amor?—observo el rostro de Chris, y limpio su rostro manchado de sangre. Levanto la vista y me encuentro a un Daario completamente fuera de sí.
— ¿Acaso estas loco? ¡Eres un imbécil! ¡Mira como lo dejaste!—tomo el vaso de agua en la mesa, y lo vierto sobre su rostro, limpiándolo con mi blusa.
— ¡No lo toques! ¡Lo mataré por tener lo que es mío!—
— ¡Eres un gorila! ¡Un imbécil! ¡Un estúpido!—la furia me ataca y le propino una bofetada en todo el rostro a Daario. — ¡Lárgate o llamaré a la policía!—levanto el cuerpo de Chris y lo dejo en el sofá, el tío rubio corre asustado hacia él y lo levanta llevandolo hacia su habitación.
—Reina, este ejemplar es una delicia para probar. Aunque espero que no haya dañado tanto mi rostro.—suelto una pequeña sonrisa y beso su mejía, agradeciéndole al rubio que lo quite del cuadro.
—¡Te vienes conmigo ahora!—Daario me toma de la mano y me jala hacia la salida, comienzo a pelearme y golpeo su espalda.
— ¡No me voy a ir contigo! ¡Eres un hijo de puta!—me zafo de su agarre y camino hacia mi auto abriendo la puerta para huir como si el diablo me persiguiera. Sus manos me cojen de la cintura y me lleva hacia su auto entre golpes, gritos y patadas.
—No puedo creer que te hayas portado de esa manera, ¿acaso estas loco? ¿Que tienes en el cerebro?—grito dentro del auto. Su mirada se estanca en mi y su mandíbula esta muy tensa.
— ¿Y que? ¿No vas a decirme nada? ¡Eres un puto insensible!—
Bajo del auto tirando la puerta y puedo ver por el vidrio de la puerta como corre hacia mi, subo las gradas corriendo para escapar de él pero me pesca en el instante. Me entra en su habitación y me tira sobre su cama.
— ¿Que demonios haces? ¡Mio Dio!—me levanto de su cama, pero en el instante escala y se encuentra sobre mi, reteniendome en mi lugar.
Sus manos vuelan hacia mi blusa rompiéndola y dejándome en sostén, toma mis manos y las eleva sobre mi cabeza, reteniendolas en esa posición, desabrocha mis jeans y los baja junto a mis bragas, su mano viaja hasta mi sexo e introduce dos dedos. Suelto un quejido y este comienza la tortura, sus labios van hasta mis pezones y comienza a morderlos.
—Daario.—susurro contra sus labios. Mi cuerpo se ha encendido y quiero tenerlo dentro de mi.
El sonido de sus dedos dentro de mi, me hace enloquecer y estoy a punto de correrme. Sus dedos al momento salen de mi y me da la vuelta quedando de espalda hacia el, comienza a golpear mis muslos y mientras más fuerte lo hace, mi sexo comienza a contraerse por la necesidad de tenerlo dentro.
—Por favor...—susurro contra la almohada. Escucho su bragueta bajar y siento como pega su miembro hacia mi trasero, instintivamente me hago para adelante, evitando el contacto, me vuelve a pegar hacia el, acariciándome y azotándome continuamente.
— ¡Eres mía!—ruge y de un solo, me penetra tan fuerte, que soy catapultada hacia adelante, me agarro de la sábana y comienza a moverse. Suelto palabras inteligibles y gemidos, mi cuerpo tiembla de deseo y pasión acumulada, su mano viaja a mi clitoris y lo acaricia llevándome poco a poco al orgasmo. Cierro mis ojos preparándome para el estallido, pero este nunca llega. Por el contrario, mi cuerpo es arrastrado hacia abajo quedando frente a su miembro, comienza a masturbarse y su descarga cae sobre mi boca y mis pechos. Mi cuerpo arde y comienzo a temblar de necesidad, se levanta sin decir una palabra más y sale de la habitación dejándome completamente necesitada.
¡Yo lo mato!