Capítulo 23 | Ayúdame a olvidar.

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«Enséñame a rosarte lento quiero aprender a quererte de nuevo, susurrarte al oído que puedo. Si quieres te dejo un minuto pensarte mis besos mi cuerpo y mi fuego que yo espero si tardas, porque creo que te debo mucho.»

Ahora – Pablo Alborán.

(POV — Pablo)

La contemplo con aquel suéter inmenso mío, su cabello aun húmedo suelto, sin sus lentes, sus labios aún más rosas y su nariz un poco colorada debido al frio. ¡Demonios, se ve tan adorable! Contemplo sus piernas desnudas por debajo del inmenso suéter. Definitivamente me declaro fan de mi ropa en ella. Nunca nada me pareció más perfecto. Sus pequeños pies descalzos son tan perfectos. Quisiera tocarla de manera más íntima ¡¿Cómo puedo seguirme conteniendo?! Simplemente no sé si podre pasar otra noche con ella sin tocarla. Creo que tendré un problema de bolas azules. Observo como se inclina un poco sobre el barandal bebiendo su taza de café humeante frente a la vista que nos regala este punto, no es el más alto, ni tampoco el más alto, pero este punto nos premia con una buena visión de Málaga. O bueno por lo menos un trozo de ella.

El espacio no es muy grande y por ella quisiera tener algo mejor. Un sitio más amplio, con mejores vistas. Tal vez con vistas al mar, sé que le encanta. Claramente podría hablar con mi padre para que me ayude a encontrar un mejor lugar, cerca al mar y con Casilda para que se haga cargo de la decoración junto a Sammy, obviamente. ¡Joder! La idea me resulta simplemente magnifica. Está claro que a ambos nos gusta el mar, la playa, el sol y la arena, aun en los días lluviosos. No puedo dejar de recordar lo que paso hace apenas dos horas antes y menos puedo dejar de hacerlo al ver tanto su vestimenta como la mía que ahora constan de un suéter azul oscuro y un pantalón de chándal gris. Era obvio que no estaba haciendo un buen día, ya que el cielo anunciaba la inminente lluvia, sus nubes grises y el vientecito demasiado fresco lanzaban la advertencia, pero no paramos de caminar de la mano por la orilla de la playa, entre besos y abrazos, aun cuando las primeras gotas de lluvia cayeron sobre nuestros rostros dejamos de disfrutar el momento. Quizás aquella lluvia inminente solo hacía del momento más íntimo y soñado. Y entonces sucedió, se desato la lluvia mientras corríamos por la orilla, su risa esa que me llena de alegría llenaba mis oídos y predominaba en el ambiente, podía ver lo feliz que era, podía ver como se convertía en luz pura. Jamás me sentí más feliz.

Después de aquello y de nuestra ropa totalmente mojada volvimos a casa. Entre risas y besos robados, de ambas parte.

La veo sonreír y me pregunto en que piensa ¿en mí? ¿Está feliz como lo estoy yo? Me acerco sigilosamente y la arropo con mis brazos mientras entierro mi cara en su pelo mojado.

—Me encanta como hueles — susurro en su oído, sin poder evitar acariciar el lóbulo de su oreja con mis dientes. El estremecimiento de su cuerpo no pasa inadvertido para el mío quien reacciona pegándola más a el.

—Pablo...— puedo ver como claramente la taza entre mus manos se tambalea. La giro y tomo la taza de sus manos, pasó a dejarla sobre una mesita auxiliar que se encuentra a mi lado, milagrosamente.

—¿Qué pasa? — Pregunto mientras la veo sonrojar. Demonios ella es jodidamente hermosa — dime. — insisto.

Ella niega mientras gira su cara hacia otro lado. Acaricio los costados de su cuerpo por encima del estorboso trapo. Quisiera poder colar mis manos por debajo del mismo y tocar su piel suave ¡Contrólate, Pablo! Pero ver como traga con fuerza y muerde su labio con violencia me hace querer ya no colar mis manos, sino arrancárselo de un maldito tirón. Mi respiración se vuelve un poco pesada y superficial. ¡Control, Pablo control! ¡Joder! Puedo sentir como su cuerpo se estremece mientras la escucho suspirar profundo.

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2018 ⏰

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