C42

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'¡Dime que hago, Charlus!' - Bramaba una mujer alta y morena, de aspecto imponente. - '¿Mato al niño o no lo mato?'

'Tranquílizate, Dorea.' - Le respondió un hombre moreno también, de la estatura de su esposa pero de aspecto bonachón que caminaba al lado de ella. - '¡Es un adolescente! ¡Es normal que tenga sus fiestas! ¡Todos hemos pasado por esa edad!'

'Sí, ¡pero resulta que es la tercera vez en este año que Minerva me hace venir porque James ha hecho alguna!' - Replicó enfurecida Dorea Potter.

'James siempre ha sido travieso y...'

El brujo Charlus Potter intentó rebajar la furia de su mujer mientras caminaban por el jardín de Hogwarts en dirección al castillo. Aquella mañana había llegado una lechuza con una carta de Minerva McGonagall en la que la profesora explicaba la nueva fechoría de Sirius y de James. Lo señores Potter se habían arreglado y aparecido en las afueras de la escuela en diez minutos.

Eran tan solo las ocho de la mañana y James Potter, Sirius Black y Remus Lupin estaban sentados en el despacho de McGonagall con tres tazas de café entre las manos. Aún no se habían recuperado de la juerga que había acabado hacía cinco horas, pero ya estaban listos para recibir su castigo y la bronca de sus padres.

Sirius estaba medio dormido aún y bostezaba sin reparo, Remus estaba más despierto que Sirius porque aún le duraba el calentón que le había provocado Ió y más tranquilo que James. Porque James, con la cabeza sujetada por sus manos y los codos apoyados en las rodillas se lamentaba:

'Me mata...mi madre me mata...' - Tenía la sensación de que esta vez su cara bonita no lo iba a salvar.- 'Merlín ayúdame...que de esta no salgo vivo...'

'Tranquilo hermano...' - Sirius le dio una amistosa palmada en el hombro a modo de consuelo. - 'Tu madre es buena mujer.'

La profesora McGonagall, sentada detrás de la mesa de su despacho, preparaba varias tazas de té. No para los tres acusados, sino para sus invitados, pues ella y Dorea Potter habían sido muy buenas amigas en sus años de estudiantes.

Y entonces ocurrió lo que James más temía: picaron a la puerta. La profesora se levantó y tras dar su permiso, Dorea y Charlus Potter guiados por el conserje Filch entraron en el despacho de la jefa de Gryffindor.

'¡Minerva!' - Dorea le tendió los brazos con una sonrisa feliz. - '¡Cuánto me alegro de verte!'

'¡Dorea!' - Ella y la madre de James se abrazaron.

'Aunque no sabes como lamento que sea en estas circunstancias.' - Añadió Dorea mordaz mirando a su hijo furtivamente mientras McGonagall y Chralus se saludaban.- '¿¡Se puede saber que has hecho esta vez!?

'¡Mamá ha sido una tontería!' - Se defendió James poniéndose detrás de Sirius y Remus, pues sabía que su madre aflojaría un poco con ellos dos delante. - '¡Tan solo fue una fiesta!'

'¡CLANDESTINA!' - Bramó Dorea. - '¡Y ME DA IGUAL QUE TE PONGAS DETRÁS DE SIRIUS Y REMUS, PUES VOSOTROS DOS TAMBIÉN ME VAIS A OÍR!' - Añadió mirando a los dos muchachos. - '¡PRIMERO PORQUE TÚ SIRIUS ERES COMO MI HIJO Y SEGUNDO REMUS, PORQUE TUS PADRES ESTÁN FUERA Y POR TANTO YO ME AUTODENOMINO TU MADRE ADOPTIVA AHORA MISMO!'

Sirius y Remus intercambiaron miradas de pánico. Tras ellos, James tragó saliva...Así que Dorea venía en plan de mamá enfadada para los tres...

'Vamos finos...' - Murmuró Sirius.

Dos horas más tarde los tres muchachos salían del despacho de McGonagall cabizbajos y cansados por haber aguantado más de una hora de severo sermón. Al final McGonagall había sido vehemente con su castigo: no tenían ni copias, ni trabajos, ni horas perdidas, ni había dejado sin entrenamiento a James o había destituido a Remus...sino que había dicho que como castigo deberían acompañar a Hagrid el Guardabosques y ayudarle en la recolecta de excrementos de clabberts que servirían de adobo en Herbología cuando retomaran las clases. Si no fuera porque el olor de los excrementos de clabberts se pegaba a la ropa y a la piel y tardaba días en irse, incluso podrían estar contentos.

Un quizás de James y Lily PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora