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Let you put your hands on me,
in my skin-tight jeans.
Be your teenage dream tonight.

Dejar que tus manos se posen en mí,
en mis ceñidos pantalones vaqueros.
Ser esta noche tu sueño adolescente.


-Aw, pero si pareces un cachorro recién bañado.

Yixing sonrió enternecido en cuando vio al coreano con una toalla colgada de su cuello ya que su melena estaba húmeda por la reciente ducha que había tomado.

-Muy gracioso -ironizó y rio algo avergonzado.

-¡Pero es cierto! -soltó una carcajada mientras se acercaba.

La señora Kim lo había dejado pasar ni bien terminó de sonar el timbre, estaba corriendo de un lado a otro con sus maletas para el próximo viaje de negocios que haría con su esposo, ¡todo un lío! Aunque igual se alegraba de verlo.

-Deja que te ayude.

Tomó el paño blanco que cubría los hombros ajenos y lo colocó sobre la cabeza del mismo, empezando a moverlo de un lado a otro con cuidado para lograr secar los mechones castaños del mayor.

-Ya está -le sonrió apartando la tela húmeda y observando el cabello un poco esponjado que tenía el contrario-, te sigues viendo lindo.

Soltó un bufido avergonzado- Basta, Yixing.

El aludido negó con la cabeza y se acercó para dejarle un pequeño beso que pronto tornó a un contacto más lento y duradero. Junmyeon movía sus labios con más seguridad que al principio posando sus manos en la cintura ajena. El menor se acercó con cuidado, subiéndose hasta su regazo para mayor comodidad, aplastando el colchón con sus rodillas en el trayecto.

Al chino de verdad le gustaba que su novio mostrara algo de iniciativa en cuanto a contacto físico se trataba, no porque estuviese necesariamente sediento de ese tipo de atenciones, sino porque simplemente lo hacía sentir bien. O bueno, también necesitaba de esas atenciones con urgencia.

No supo en qué momento estuvo sobre el castaño, sus manos sobre los antebrazos ajenos y las de él sobre su cadera, quizás asegurándose de que no se fuese a escapar. Mecía su cabeza de un lado a otro con dedicación, sus dedos al final llegando hasta algunos mechones que enredó con delicadeza.

Justo cuando sus respiraciones se tornaban pesadas y el contacto más desesperado, además del bulto en la entrepierna del mayor, la puerta sonó desde el exterior. Yixing había olvidado que no estaban solos.

Con un rápido movimiento se bajó del cuerpo ajeno, yendo a parar a la silla giratoria que se hallaba a pocos metros. Por su parte, Junmyeon huyó a una de las esquinas de su cama con un cojín sobre su problemita y el rostro completamente rojo.

-Mi amor, ¿tú y Yixing no querrán algún aperitivo? -preguntó la dueña de la vivienda asomando su sonrisa gentil por la entrada de la habitación.

«No, me basta con comerme a su hijo», pensó formando una sonrisa con los labios que se mordía para evitar reír.

-Estamos bien, señora Kim -respondió amable-, muchas gracias de todos modos, no queremos retrasarla con sus maletas.

Las situaciones como esas empezaron a hacerse frecuentes: los besos que dejaban al coreano con la respiración errante o, en casos más intensos; con una erección que apenas lograba disimular. Las hormonas parecían recién aparecer en su organismo.

Junmyeon le acariciaba los muslos temblando, como si tuviera miedo de sus propios deseos, esos que había ocultado bajo la alfombra para no pensar en sí mismo como un pervertido, incluso cuando aquello era muy normal.

Adorablemente incautoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora