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Welcome to the final show,
hope you're wearing your best clothes.

Bienvenido al espectáculo final,
espero que lleves tus mejores ropas.


Junmyeon se mantuvo fuerte, incluso cuando los sospechosos del ataque se habían reducido a los de su curso y los de un año más. Incluso cuando se reveló la existencia de cámaras de seguridad en las entradas y salidas; incluso cuando el rector llegó a su aula e informó que era mejor que el culpable se entregara. Aun con todo ese peso encima, Junmyeon se mantuvo fuerte.

-¿A qué universidad has pensado que podemos ir? -preguntó buscando varias opciones en su ordenador.

-No sabría cuál -suspiró el pelinegro cubriéndose el rostro con una almohada-, pero tiene que ser una muy lejos de aquí.

-Anotado -rio algo apagado.

Los días juntos eran más tranquilos, luego de aceptar que el futuro no les deparaba algo bueno, la carga en sus hombros se hizo liviana. No es que se hubieran resignado, sólo lo aceptaban.

-¿Tú crees que debamos entregarnos? -cuestionó mientras abría el website de varias instituciones de educación superior.

-No, se darán cuenta -lo abrazó por el cuello-. Déjalos que se esfuercen un poco para expulsarnos, sino no valdría la pena -le dejó un beso en la cabeza.

Yixing parecía de nuevo estable, aún tenía esos pequeños momentos vacíos en que se le humedecían los ojos o perdía la mirada entre sus cómics, mirando a la nada con la respiración pesada. Le pareció razonable que le pidiera el fin de semana para sí mismo, no porque sentía que abusaba de la confianza ajena, sino que debían respirar un poco.

Ese viernes por la tarde, justo cuando el cielo se ruborizaba, el pelinegro se llevó su mochila bastante cargada de sus pertenencias con un dile a tus padres que fueron muy amables al tenerme aquí toda la semana. El mayor le dejó un beso prolongado sobre los labios antes de decirle que no había sido molestia alguna y que le enviaría muchos mensajes esos días.

Antes de irse a dormir, cuando le grabó a su novio una pequeña nota de voz en la que le pedía que durmiese bien, observó la mochila en una esquina de su abandonada habitación. Algo se le revolvió en el estómago. Quería volver.

-Te quiero mucho. No lo olvides, Junmyeon -habló con el móvil cerca de sus labios para que se oyera bien en la grabación.

La mañana del sábado llegó pesada y junto a ella un renovado Yixing que tomó algunas cosas que permanecían dentro de la mochila. Tenía que resolver varios asuntos antes del lunes.

El chino tenía muchísimos temores, desde infante hasta el joven que era actualmente. De pequeño recordó que los hospitales lo hacían llorar por el olor a medicamentos que sólo disimulaba enfermedades, ¡los detestaba! No obstante, esa no era la razón completa de que las rodillas le temblaran al llegar al cuarto piso de aquel edificio lleno de cruces rojas y señales que indicaban guardar el silencio.

Consultó su registro de visita en la recepción luego de identificarse. Le permitieron pasar a la habitación privada donde todas las repercusiones de sus acciones se almacenaban en una persona.

-No pensé que vendrías.

DongYul sonreía divertido desde la camilla donde lo dejaban reposar, su rostro estaba lleno de moretones que se confundían con sus tatuajes y hasta algunos rasguños que se parecían ser una réplica del dibujo de una cruz en tinta permanente que tenía a un lado del rostro.

-Aquí sí hay cámaras, Yixing. No creo que puedas darme otra paliza -le costaba hablar.

-No vine a eso -murmuró.

Adorablemente incautoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora