6. Unos días de descanso

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Desperté cerca de las once, bastante confundida porque quizás me excedí con un par de copas después del fin de semana en compañía de Black roses en un bar desconocido con mi identificación falsa

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Desperté cerca de las once, bastante confundida porque quizás me excedí con un par de copas después del fin de semana en compañía de Black roses en un bar desconocido con mi identificación falsa. Esto no era una protesta por si lo creyeron tampoco era una manera de llamar la atención de Evanston, quien se había ido hace poco menos de dos semanas -tal vez de regreso a Belmont-. No estaba enojada o decepcionada aun cuando su último mensaje después de la nota en la servilleta fue: "Prometo regresar pronto hasta entonces no andes sola".

¿Qué se supone que debía pensar con eso?, rechisté, cubriéndome con las sábanas.

No había respondido su mensaje, no porque no quisiera, sino porque temía interrumpir sus planes. Quizás andaba ocupado encontrando un equilibrio tras la encarcelación de Bazier. Eso era razonable, así que no quería ser un estorbo. Además, tenía confianza en nosotros aun cuando me sentía fuera de mi cuerpo, como si fuera un ente observando desde la esquina opuesta de la entrada a mí misma.

No podían juzgarme por creer que su declaración fue irreal. Me gustaba, aún, pero su repentina aparición en el concierto de Black roses y su posterior desaparición me hacían creer que él vivía dos vidas. La verdadera es la actual, dónde apenas daba señales de vida; mientras que la falsa era aquella dónde trataba de aparentar que realmente éramos "algo", ni si quiera podría definir qué.

Nuestra relación era confusa, de inicio a fin. Sobrevivía, pero a duras penas. Especialmente ahora que todo parecía haber vuelto a la normalidad.

Ciertamente, las pesadillas respecto a Bazier no habían desaparecido, pero habían disminuido considerablemente. Ya no me atemorizaba oír sobre él así como había aprendido a convivir con los recuerdos de esa noche. No les mentiré. Hubo un par de días dónde cualquier golpe en la entrada me tiraba de regreso hacia el pasado, logrando que mis vellos se erizaran de temor. No fueron pocas pero iban extinguiéndose poco a poco, hasta volverse tolerables casi un mes después.

¿Cómo lo logré? Hansen. Él llegó a Fortland un día después de mi encuentro fugaz con Evanston. Se quedó conmigo desde entonces, obligándome a acudir a terapia psicológica. Ahí descubrí que tenía más heridas de las que desearía. Ahora no las ocultaba. Estaba orgullosa de ellas aunque aún me costará lidiar con algunas...

Con muchas, me corregí, rodando sobre las sábanas.

Ahora que casi todo estaba como en el pasado (no había escuela; no había compañeros de clase juzgándome por haberles ocultado sobre Dalimoe; no había un club que definiera mi vida) podía pensar libremente. Podía ser yo y comenzar de cero tras unas vacaciones cortas pero a la vez eternas.

-... ¡¿Cuánto más tengo que esperar?! -le oí decir a alguien en la entrada. ¡Sorpresa, sorpresa!, pensé antes de mirar de reojo al lumbral de la puerta-. Llevas once horas en esa cama, ¿alguna razón en específico?

Bufé. -¿La abuela no te dijo que me dejaras en paz?

Él comenzó a reír, como si fuera gracioso. Me revolqué sobre las sábanas para cubrirme por completo mientras Hansen caminaba en mi dirección. No quería salir de la cama pese a que me arrebató de golpe mis mantas. Renegué cuando se recostó a mi lado. Amaba que estuviera aquí, así como amaba la idea de haber tenido tres grandiosas visitas hace dos semanas; sin embargo, ahora mismo, deseaba seguir pegada a las sábanas.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora