Comencé a correr.
Corría por miedo y por angustia.
Quise gritar, quise llamar la atención como Alexander ordenó, pero no encontré mi voz mientras el temor me volvía una presa fácil. Los pasos se hicieron más sonoros. El teléfono no tuvo más vida y supuse que la mía acabaría de la misma forma. Lagrimeé.
Estaba cerca, solo un poco más. Estaba a punto de llegar, a nada de recibir ayuda, pero entonces sus pasos cesaron tras un golpe sordo. Sentí una mano que tiró de mi barriga como si fuera un gancho, entonces un trapo cubrió mi boca. Ya no pude gritar, no pude pedir ayuda. No pude hacer más que tratar de no rendirme.
Él me sostuvo con fuerza, tiró de mi cuerpo como si se tratara de una muñeca de trapo. Retrocedimos juntos aunque me opuse al hecho. Pataleé, lo pellizqué, pero debajo del saco negro parecía tener una capa de cuero que me era imposible lastimar su carne. Me negué en todo momento a ser una presa fácil. Me opuse pero, tras unos minutos, pudo tener el completo control de mi cuerpo. Nos arrastró hacia un pasaje, más oscuros que las calles en la que estábamos, y me apoyó contra un muro húmedo y sucio.
Con la cara contra aquella superficie sólida y áspera, una de sus manos presionando sobre mi cara para silenciarme y otra mano rodeándome de la cintura y mis brazos para bloquear mis movimientos, sentí que todo había terminado.
—Vas a quedarte quieta —ordenó una voz ronca. No la reconocí, pero tampoco pude asegurar que no fuera Red.
Mi cuerpo cedió ante su orden, por miedo tal vez.
—Con cuidado, tira tu móvil sobre el suelo —continuó hablando.
Mi cerebro conectó con lo que ordenaba. Fruncí el ceño, dándome cuenta de que esto no era lo que esperaba. Intenté inhalar profundo, para que algo de oxígeno llegara a mis pulmones, cuando comprendí que él no era Lucas ni era Aaron. Saber que no eran mis amigos los implicados en esto me devolvió algo de fuerza.
Consciente de eso y con algo de esperanzas de poder huir, forcejeé. Tiré de la cadena de mi propia cartera tratando de aflojar su agarre. Él se alteró. —¡Hey, quieta!
Presionó más sobre mi rostro y sentí el dolor justo donde sus dedos apretaban con fuerza. Presionó sobre mis pómulos generando un dolor indescriptible. Y me sostuvo de la barriga con más presión para que no pudiera moverme más de lo necesario. Fue como un gancho para mis brazos. Sentí su cuerpo pegado al mío y tuve arcadas. Sentí la necesidad de apartarlo cuando pegó su barbilla sobre mi hombro, acercándose más. La distancia era mínima cuando respiró contra mi oído derecho, contaminando el espacio sagrado sobre el que descansaba mi tatuaje.
No tuve opción desde ese momento, cuando sentí que cualquier movimiento en falso solo iba a perjudicarme, así que dejé caer el móvil deseando que con eso se apartara. No quería tenerlo cerca, oyendo su respiración encima mío.
—Eres preciosa —habló entre susurros. Sentí asco.
El brazo que sostenía mis brazos contra mi cuerpo se deslizó unos centímetros para que pudiera tomarme de la cintura. Forcejeé una vez más tratando de apartarlo.
—Suéltala. Eso no es parte del trato —habló otra voz. Esta sí la reconocí.
El hombre que me sostenía apartó su cara de mí. Se alejó un poco aunque deseé que fuera más.
—Déjame hacer con ella lo que desee —reclamó él contra mi cuerpo. Sentí náuseas—. Te prometo que será solo parte de un juego —rio para consolar a la otra persona. Sentí su aliento.
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Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©
RomanceTras el final del periodo escolar en Belmont, Serena Jules inició un viaje junto a los viejos diarios de una escritora anónima. Se sumergió en estos creyendo que la historia narrada en cada página sería la respuesta que buscaba, pero los secretos e...