25. Reloj de arena

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Observé a Jules en silencio, consciente de que ella no iba a ser capaz de romper la brecha que nos distanciaba.

Ella se puso del pie y se alejó del banco sobre el que estaba sentada para acercarse a los demás autos, buscando refugio entre objetos que la hacían más visible. Dio un par de pasos en dirección de la estación de policías, sin despegar la mirada de mi persona. Por sus gestos, podía entender que quería protegerse, aunque seguramente tenía dudas sobre mí.

Sonreí aunque ella no pudiera observar mis gestos ocultos por la capucha y una mascarilla negra.

Serena Jules, pensé sintiendo satisfacción al confirmar que estaba asustada cuando casi tropieza con un auto.

—Aún no sabes lo que les espera —susurré.

Ella se quedó de pie, inmovil.

Dejé de verla un par de segundos para mirar el muro frente a mí, que me cubría hasta la parte inferior del tórax.

Tomé la pintura de aerosol, consciente de que el tiempo corría y yo no estaba para tomar pausas. Entonces escribí con rapidez lo que tenía en mente, esperando que de esa manera Evanston recibiera el mensaje. Cada dos segundos, asegurándome de no ser descubierto, elevaba la mirada solo para confirmar que Jules no se había movido. Parecía pasmada mientras trataba de tomar un decisión. O arriesgarse y venir por mí. O quedarse lejos y estar a salvo.

Era astuta, al fin y al cabo.

—O él te ha enseñado bien —reí antes de hacer los últimos trazos.

No había gente alrededor cuando terminé de escribir.


"El fin justifica mis medios"


Sonreí satisfecho por el resultado.

Rápidamente procedí a dibujar la cruz, a la espera de que esta vez alguno de los dos tomara mi mensaje, para finalizar con la letra 'M' en la esquina superior del gráfico.

Visualizar el resultado fue satisfacción pura. Lo había conseguido. Había dibujado la última señal para Evanston, mi última pista como regalo ante todo lo que iba a suceder. Yo no era del todo mal después de todo. Le estaba dando una oportunidad de detener esto y el acertijo no era tan difícil. Prácticamente le estaba dando el poder antes de que decidiera cerrar de una vez por todas un capítulo de mi vida que continuaba atormentándome.

Inhalé hondo pensando en el número siete y los múltiples significados que adquiriría en estos días. Sonreí satisfecho.

Todo era parte de un hermoso plan, una obra maestra. Decir el porqué estaba de más cuando solo aquellos que alguna vez odiaron a alguien con la misma intensidad que amaron a otra persona podían ser capaces de entender mi necesidad de cerrar este ciclo. Era consciente de que nadie más aparte de mí podía justificar mis razones e incentivarme a no parar... aunque una parte benévola de mí hubiera optado por dejarles señales.

Siete días, repetí antes de buscar con la mirada a Serena Jules. Ella no se había movido mucho de su posición previa.

Solo una semana, pensé sin despegar la mirada de la suya. Una semana y acabaría con él usándola a ella. O terminaría con ella para acabar con él.

—Todo depende de ti, Jules —susurré antes de quebrar el contacto de nuestras miradas y guardar la pintura en mi bolso.

Nada está dicho, repetí con satisfacción.

Tras asegurarme de no dejar más pistas que aquel dibujo y escritura sobre el muro, volví a mirar a uno de mis objetivos.

Un bus apareció doblando la esquina más cercana cuando Jules dió un paso indecisa en mi dirección. Sonreí bajo la mascarilla. Ella frunció el ceño, o así parecía, y finalmente decidió acortar la distancia entre los dos.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora