26. Vísperas

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Mi corazón latía a más de cien por minuto, mi respiración era entrecortada.

Resoplé.

Había corrido de un lado a otro durante las últimas horas, todo debido a los preparativos del baile de mañana. Estaba agotada pero no podía detenerme ni un segundo aun cuando había visto poco a mis amigos en los últimos dos días.

Recordé la notificación del celular de esa mañana.


"Hoy también lo harás bien, te quiero"


Sonreí, consciente de que aquel corto mensaje de Evanston había sido suficiente para animarme el día, aunque al mismo tiempo me hiciera sentir nostálgica. Eran sentimientos antagónicos pero reales.

Echaba de menos a California, a quien había visto no más de cinco minutos después de clase, y a sus bromas sin sentido. También extrañaba a Evanston, con quién había hablado nada más que por teléfono dado a mis horarios variables desde el sábado, cuando lo acompañé donde Bazier. Y echaba de menos a Aaron, que había regresado definitivamente a Fortland junto a los de la banda. Sin contar a Hansen, que también había partido.

Extraño a todos, admití melancólica.

En épocas como estas, cuando sentía el peligro más cerca de lo habitual o cuando mis deberes copaban todos mis horarios libres, era imposible no extrañar a quienes consideraba parte vital de mi vida.

—Es lo que hay —me quejé mirando alrededor.

El auditorio estaba lleno de gente igual de ocupada que yo, especialmente por los preparativos para la ceremonia y el baile de mañana. Todo era un verdadero caos.

—... ¿Alguien ha visto el letrero de bienvenida? Lo necesito —oí quejarse a un encargado de la decoración. Reí, consciente de que todos estábamos con la adrenalina al tope.

Tomé asiento en una de los cientos de butacas del auditorio, me recosté esperando que mi cuerpo tuviera un poco de paz mientras la gente a mi alrededor caminaba de un lado a otro. Estábamos estresados, más los de consejo estudiantil y los voluntarios que habían decidido apoyar con la decoración del auditorio y el gimnasio, para así adaptarlo como un verdadero salón de baile, pero era comprensible.

Nos quedaban solo horas antes del baile.

—... ¿Serena, dónde dejo esto? —levanté la mirada en dirección a quien me había hablado.

La chica de mi misma clase me sonrió. Al menos ella conservaba sus ánimos cuando señalé en dirección al cuarto de indumentaria. Ella asintió pero, antes de que se fuera, la detuve.

—Deja que yo llevo esto —le sonreí. Ella me entregó la caja.

Cargué con el peso de aquel encargo y me dirigí hacia la zona posterior del auditorio. Estaba sola cuando dejé todo el material sobre un stand del cuarto de inventario y me aseguré de que nadie me observara cuando deslicé la puerta oculta detrás de algunas cajas, para luego entrar al escondite de Belle Moore, el cual no había visitado durante largas semanas.

Últimamente, con los horarios como presidenta del consejo estudiantil, las emisiones del programa de radio y mis constantes salidas con Evanston, había quedado poco tiempo libre para apreciar el cómo inició todo. Me sentía culpable por ello cuando pensaba en que a esta habitación le debía todo lo que ahora formaba parte de mi vida.

De alguna manera u otra, Brown fue quien me regaló la oportunidad de conocer a Evanston. Ella mantuvo este sentimiento vigente y pensar en que incluso desde el cielo lo cuidaba de forma tan cercana, era gratificante y esperanzador. Era nuestro ángel.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora