31. Corazón roto

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Esto no es real, repetí.

Deseaba que las últimas dos horas no fueran parte de mi pasado pero lo eran y lo único que podía recordar de los últimos meses de tortura es que no había logrado cambiar el final: Jules fue el blanco y ahora mismo batallaba por mantenerse con vida luego de aquel disparo.

Golpeé la pared detrás de mí, recostándome sobre esta luego de hacerlo.

Sentía un nudo en el pecho de solo pensar en el momento exacto en el que Lenmarck disparó, cuando noté que actué demasiado tarde, lo suficientemente tarde para no poder protegerla. Me sentí abrumado, como en los últimos minutos, y dejé que todo el peso de mi cuerpo recayera sobre la pared tras juntar los párpados. Me centré en mi caótica respiración para no ceder ante la culpa, pero no funcionó.

Lo único en lo que podía pensar era en los últimos minutos antes de verla batallando al respirar, antes de sostenerla entre mis brazos mientras la sangre brotaba de su pecho y antes de notar que había perdido la batalla más importante de los últimos meses.  Suspiré, aquel recuerdo lastimaba más que los golpes que Lenmarck me había dado y no estaba seguro de poder soportar la carga de este.

Bajé la mirada, observé el suelo e intenté ignorar la puerta metálica a unos metros. Traté de centrarme en mí, en las emociones flotando a mi alrededor, pero mi mente decidió enfocarse en el área restringida detrás de esa puerta e imaginé a Jules recostada sobre una camilla mientras los médicos la rodeaban intentando mantener sus funciones vitales estables.

Resoplé y el tiempo fue a la inversa.

De pronto ya no estaba de pie en la sala de espera de un hospital, estaba arrodillado sobre el verde pasto mientras mis manos sostenían una delgada figura que lucía pálida bajo la luz de la luna. La sangre brotaba de su pecho y lo único que pude hacer en ese momento fue bloquear aquel diminuto agujero por el que se estaba esfumando su vida. Ella levantó la mirada, apenas consciente, y clavó sus dulces orbes sobre las mías. No habló pero supe que las lágrimas acumulándose bajo sus párpados guardaban todas las confesiones no hechas y fue suficiente.

Una gota cristalina bajó a través de mi mejilla hasta caer sobre mi regazo y me incliné sobre ella.

"Quédate conmigo", le supliqué pero no me respondió.

Presionó sus dedos contra mis manos sucias e intentó sonreír para mí pero el dolor distorsionó sus gestos, tanto que sentí que aquel diminuto objeto había perforado mi pecho y no el suyo. Bajé la mirada, devastado. No podía asimilar todo lo que acababa de pasar.

"¿Por qué tú, Jules? ¿Por qué tú?", le reclamé y la oí sollozar.

Tenía el corazón hecho añicos y la esperanza sobre el suelo.

Serena levantó una de sus pesadas manos y, aunque el dolor la estuviera matando, depositó sus finos dedos sobre mi rostro. Me dio consuelo aunque debía ser al revés y con la mirada me pidió que me acercara. Lo hice. No dudé ni un segundo mientras esta debatía entre la vida y la muerte. Me acerqué y deposité mis labios sobre su frente.

Oía el ruido a mi alrededor de la pelea entre Aaron y Lenmarck, pero no quise prestarle atención a cómo iba. Quise pasar mis últimos minutos junto a Jules aunque fuese egoísta y, para lo único que me aparté, fue para tomar el móvil tirado junto a ella para pedir ayuda. Lo hice rápido y luego solo volví a centrarme en ella, mi única prioridad.

"No... No quiero que estés... triste", completó con mucha dificultad tras una eternidad en silencio y la miré, deseando no haber presenciado todo esto. "No importa qué suceda, promete que... Promete que no dirás que fue tu culpa... ¿Está bien?", tartamudeó.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora