30. Deja vu

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Esperamos durante tres horas a que alguien apareciera, pero eso no pasó. El cementerio seguía viéndose igual de tétrico y desolado mientras Aaron me miraba preocupado, probablemente porque mis orbes brillaban aunque todas las lágrimas se negaban a caer. Estaba exhausta, cansada de esperar y no recibir ninguna noticia buena a cambio; así que me puse de pie resignada tras aceptar que no íbamos a lograr nada estando quietos en este lugar.

No importaba cuánto suplicara viendo al cielo en silencio; no importaba que mi corazón y mis esperanzas estuvieran quebradas bajo el suelo; no importaban mis anhelos ni mis deseos de volver a verlo. Lo único que importaba es que, una vez más, había mal interpretado las señales. Quizás por eso, y porque una parte de mí estaba decepcionada de mi propia ineptitud, decidí caminar de regreso al estacionamiento, donde una familiar van me esperaba para regresarme a casa, un lugar que ya no se sentía como mi hogar.

Suspiré, sintiendo un gran peso sobre mis hombros.

Estaba destrozada, con los ánimos bajo mis pies, mientras Aaron me seguía en silencio.

Aunque caminara a unos pasos detrás de mí, sentía su mirada sobre mi escuálido cuerpo. Sabía que estaba preocupado por cómo iba a afrontar este nuevo fracaso. Él quizás se preguntaba cómo seguiría los siguientes días mientras seguía creyendo que la culpa era mía.

—Serena... —murmuró cuando nos acercábamos al auto.

No me detuve, no respondí.

Lo único en lo que podía pensar era en Lenmarck y en la manera en cómo había jugado con mis emociones y pensamientos; así que nada bueno podía salir de mis labios.

—¿Serena? —insistió preocupado.

Giré la cabeza apenas, él adelantó sus pasos para ponerse a mi nivel.

Una vez que estuvo de mi lado comprendí que el haber pronunciado mi nombre encerraba más que un simple llamado. Él quería abrazarme y consolarme pero al mismo tiempo tenía miedo de que su preocupación terminara apartándome; por eso su cálida voz era la única muestra de cariño que podía darme sin espantarme. Entendí su empatía pero no pude responderla. No era su culpa. Él intentó ayudarme.

Sabía que si fallaba sería culpa mía por darle rienda suelta a mis ilusiones, así que no estaba dispuesta a culpar a alguien más, menos a Aaron, quien se había mantenido a la espera junto a mí. Sin embargo, tampoco quería sentir su pena por el desenlace final. No quería compasión ni que la gente me tratara como si hubiera perdido la última oportunidad de encontrarlo.

Lo último que deseaba era oír: "Todo estará bien"; porque nada lo estaba.

—¿Qué pasa? —dije, deteniéndome de repente. Él hizo lo mismo.

—Si quieres decir algo, solo...

Negué.

Sabía lo que venía después de esa frase y no quería oírlo, porque al hacerlo entonces estaba aceptando este triste final. Por ende, volví a negar, aferrándome a lo poco de claridad en mi mente.

—Si vas a rendirte, no me arrastres contigo —susurré, dispuesta a no dejar que esta batalla perdida me condenara al fracaso de la guerra. Quizás no me quedaba mucha fuerza, pero quería seguir luchando.

Incluso si los demás habían optado por rendirse, yo jamás me dejaría olvidarlo.

—Serena...

—Por favor, Aaron —susurré, elevando la mirada—. Sé que te preocupas por mí pero lo último que necesito es que me rodeen personas que no van a ayudarme en esto así que por favor decídete por un bando y sé feliz con la decisión que tomes; pero no me presiones a cambiar de posición porque no voy a hacerlo.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora