21. Secuencia

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Tenía pruebas o, básicamente, solo dudas.

—Repítelo de nuevo, por favor —le susurré a California cuando Hansen fue por los refrescos a la barra de Kley & Mey. Ella asintió.

—El plan era que Aaron llamara a la emisora. Parece experto con lo tecnológico así que se encargó de los detalles, como la distorsión de la voz y la programación de la llamada —explicó mientras enumeraba con sus dedos—. Hansen era mi regalo —agregó. Sonreí fugaz—. Y, bueno, Lucas se encargaba de abrirles la entrada para que no te dieras cuenta. Se supone que formaba parte del público invitado, pero...

—Se fue —concluí por ella. Esta asintió.

Eso no tenía sentido.

Lucas Kovacs era amigo mío y tenía invitación expresa de California Donovan para asistir a mi ceremonia de cumpleaños aunque estos tuvieran una relación belicosa. Además, él conocía a Aaron Sousa, así como a mi hermano y las demás personas que estuvieron presentes ese día. No había razones para que se hubiera marchado sin antes despedirse. Al menos me hubiera saludado envés de solo desaparecer, convirtiéndose en mi principal sospechoso.

Resoplé.

La peor parte de la situación no era esa, si no el hecho de que no podía tener respuestas. El fin de semana después de la emisión del programa se anunció una semana libre de actividades académicas en la preparatoria Belmont dado a la cercanía del campeonato interfacultades. Se restringió el acceso de las personas a las instalaciones, excepto para aquellos que contaran con permisos. En mi caso, contaba con uno al ser miembro del consejo estudiantil. Lucas Kovacs también porque era miembro del periódico escolar. No obstante, después de cinco días no nos habíamos visto.

No respondía mis mensajes o llamadas tampoco.

—¿Sigues preocupada? —asentí cuando mi hermano se acomodó en su asiento con mi bebida y la de Donovan. Él me miró y habló—. Quizás ha estado con su familia.

Era una opción. —Quizás se dio cuenta de que no era bienvenido.

La broma de California hizo reír a Hansen. Intenté lo mismo pero fallé, así que me centré en la comida para dejar que la noche transcurriera tranquila después de tantos días riendo.

—¿Serena? —Elevé la mirada cuando Hansen habló—. ¿Todo bien?

Despegué los labios pero preferí no responder al otro Jules, solo asentí antes de desviar la mirada.

Mis problemas eran como un iceberg, Hansen Jules al igual que Donovan veían gran parte de lo que se encontraba en la superficie. Y, aunque les había dado detalles siniestros como la existencia de Cristopher Red y el odio infundado de este a Evanston y Alexander. Jamás mencioné lo que este había llevado a cabo con tal de lastimarlos. Tampoco les dije que probablemente era parte del plan de Red. Esa información la reservé para los implicados con la finalidad de que mi hermano estuviera a salvo cuando regresara a Fortland, lugar donde vivía Red.

Era por seguridad, como dijo Evanston. Y sinceramente, tampoco quería exponerlos a un mundo en el que yo apenas e iba adaptándome. Era correr más riesgo del necesario. Suficiente con la protección de Alexander, quien últimamente había sido más cercano y había estado supervisando mis salidas.

Él era como mi guardaespaldas y mi cómplice en esto.

Le di un sorbo al jugo de fresa para calmar mi ansiedad. Cambié de tema —¿Cuándo regresarás a Fortland?

Mi hermano sacó su móvil para ver la fecha. Luego señaló el número tres. Comprendí.

—Pero puedo quedarme si te sientes más tranquila —añadió con rapidez y negué.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora