7. Siempre desde cero

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A veces uno sonríe por empatía, otras veces lo hacemos genuinamente y en poquitísimas ocasiones una sonrisa es falsa. Al menos para mí es así.

Siempre me jacté de ser alguien cien por ciento transparente. Asicomo sempre estuve orgullosa de ser leal con mis principios. Jamás huí o mostré debilidad hasta que lo conocí... Él fue el causante de que el orden en mi mundo fuera inverso a lo normal.

Conocí la tristeza ajena de cerca. Comprendí que mi vida era aún más rosa del que pensé alguna vez, incluso sin mamá, no podía quejarme sobre esta. Y había olvidado la principal enseñanza que me dejó ella: la valentía. Le fallé al pensar que huir sería la mejor solución. Estaba equivocada y en un par de días podría enmendar ese error. Tal vez no sería sencillo, pero había que intentarlo.

Las vacaciones estaban por llegar a su fin si es que no lo habían hecho ya. Estaba sola, tal como lo predijo Donovan.

Cogí el móvil como distracción y abrí el buzón de mensajes de mi conversación con Evanston. Había ignorado esa respuesta pero era momento de enfrentarlo.

He tenido días peores, Jules.

No fue una respuesta concreta para una pregunta que sí merecía una. Suspiré mientras intentaba contener la angustia.

Me hacía falta un abrazo de Hansen o unas palabras de aliento de Heartbreaker, pero ninguno estaba en la ciudad. El otro Jules, tal como lo anunció, se quedó en Fortland para familiarizarse con los programas universitarios mientras que Dante había viajado temporalmente fuera del país a visitar a su madre y la nueva familia de esta. Aún me quedaba Donovan de no ser porque últimamente la notaba más distraída que de costumbre. No era por sus típicas horas de siesta si no que no se desprendía del móvil con facilidad. Eso era inusual.

Resoplé. Guardé el móvil una vez más.

—... Volvimos —dije una vez más, con fuerza tras no hallar un punto de distracción—. Aquí estamos, en Belmont, luego de dos meses. ¿No es curioso el hecho de que aún sienta escalofríos al ingresar a este lugar?

La psicóloga me sonrió con pesar, quizás porque después de leer la carpeta que llevaba mi nombre impreso en la carátula, comprendía por qué este lugar desencadenaba recuerdos no tan gratos. Era gracioso, especialmente porque se supone que los años de preparatoria serían los mejores.

—Me alegra que hayas regresado —la oí decir. Asentí, esta vez sin miedo ya que no volvería a encontrar a Bazier en los pasillos, acosando a Evanston.

Observé la oficina con admiración porque era la primera vez que ingresaba. Ella se veía gentil mientras escribía en una hoja en blanco mis datos. Se aclaró la garganta. Luego tachó un renglón de los tantos que ya llevaba escrito. Esperé gentilmente antes de que levantara la mirada.

—Eres valiente —dijo— y no esperaba menos de alguien como tú.

Desconocía qué expectativas tenían las personas sobre mí, pero intenté no preguntar para no sentirme incómoda con la respuesta.

La señora Grenger me extendió una hoja en blanco donde tuve que firmar. Le devolví el bolígrafo y en ese momento me di cuenta de que esté era mi último año. Estaba asustada por eso y preocupada porque era el tercer día de clases en el que Evanston de ausentaba pero disimulé bien. La señora Grenger debió haber notado que omitía cierta información aún así evitó comentarlo.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora