17. ¿Quién es el cuervo?

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Lo observé ansiosa.

Estaba nerviosa aunque había sido yo quien lo citó. Suspiré. Él, especialmente su actitud distante, no hacía este encuentro llevadero. Actuaba raro. Apenas me veía o hablaba. Algo le sucedía aunque no sabía qué.

Miré a través de la vitrina que nos separaba del resto, en dirección a las demás mesas dónde la gente sentada alrededor parecía llevar una charla amena y entretenida. Sentí presión además de la tensión en el ambiente. No era culpa mía. De hecho intenté estar lo más relajada posible cuando nos encontramos. Lo saludé con normalidad, inventé un tópico cualquiera para hablar, pero no funcionó. Él continuaba sentado frente a mí con los brazos cruzados, en una posición a la defensiva que lo aislaba de los climas fluctuantes a su alrededor.

Quizás había sido un error escribirle en la mañana aunque no entendía por qué. Obedecí a Alexander, le di dos días después de su charla para que este no se sintiera avergonzado por su actitud en el bar. Pensé que funcionaría pero era lo opuesto. Se veía aún más enojado o preocupado, no lo sé. Sus gestos no me ayudaban a descifrar sus pensamientos.

Bajé la mirada, centrándome en el café a punto de enfriarse para no abrumarme.

-Ha sido una semana difícil -hablé para distraerlo- pero ha valido la pena... -silencio-. ¿Te conté sobre los avances en el club? Creo que sí.

Era un tema sin importancia pero aún así me esmeré para romper el hielo que nos mantenía distantes.

-También escogimos a quien estará a cargo del periódico escolar -añadí entusiasmada. Esa sí era una noticia que quería compartir con él-. No fue sencillo pero tenía confianza en que Lucas ganaría el puesto. Es un gran chico, ¿sabes?

Elevé la mirada tímida, encontrándome con la de él. Parecía prestar atención a mi juego de palabras.

-Algún día deberíamos salir los cuatro -mencioné. Él dibujó una sonrisa apenas perceptible.

Volví a guardar silencio.

Mi móvil vibró.

Espero estés trabajando en los informes del lunes. No será fácil, ¿entendido?

Leí con rapidez antes de silenciar las notificaciones. No deseaba que Galia arruinara este momento, sin importar que fuera ella la supervisora de mi trabajo en el consejo. Resoplé.

Aún cuando quería fingir que todo iba bien era evidente que había una espina clavada en mi pecho. -Galia...

Evanston dejó caer su taza sobre la mesa, sobresaltándome tras la mención. Se atoró. Se aclaró la garganta y con sumó desinterés miró en otra dirección. No comprendí su respuesta ante tal evento así que dejé que mi impulsividad y mi curiosidad tomaran las riendas.

-¿Qué sucede con ella? -fui directo al grano.

No estaba celosa tampoco enojada, pero aún así no podía ignorar que había tensión en el ambiente cuando la mencionaba. No era a causa mía ya que había aprendido a ignorar sus peticiones y su altanería. Esto iba más allá de mi persona.

Presioné una vez más. -¿Evanston?

Él no giró a verme, continuó distraído mientras miraba a las personas alrededor. Eso me enfadó.

Lo quería, bastante, pero su actitud no estaba ayudándome así que me puse de pie sin previo aviso. Él giró a verme. -Iré a pedir algo a la barra. Ya regreso.

Salí para evitar lo inevitable. Lo dejé porque no quería pelear ni comportarme como una niña al exigirle explicaciones que él no estaba convencido de dármelas. Me fui, temporalmente, para frenar el trotar de emociones negativas que prometían alzarse contra la timidez de Evanston, y caminé lejos de la mesa que habíamos apartado para ambos.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora