Miré a Serena, quien estaba recostada sobre mi hombro mientras nos dirigíamos al exterior de la ciudad en bus. No era un día común y corriente, especialmente para mí, porque había aceptado la propuesto de ella de cerrar un nuevo ciclo en mi vida.
Era difícil pero estaba impresionado de que Jules se hubiera tomado la libertad de plantearme aquella idea. No lo habría pensado por mi cuenta, de hecho habría evitado el recuerdo de mi padre y lo que tuve que vivir a su lado con tal de no revivir momentos del pasado. Pero ella estaba en lo cierto respecto a una cosa: tenía que amistarme con el pasado para construir un futuro diferente.
Miré a los demás pasajeros del bus sin dejar de meditar sobre ello.
—¿En qué piensas? —susurró Jules sin levantarse de su posición.
—En nada en específico —dije omitiendo cierta parte de mis emociones.
—Si estás asustado, me lo dirás, ¿verdad?
Asentí apenas.
Era difícil tocar un tema tan personal como lo era mi desastrosa relación con Bazier, especialmente con ella, que era la única persona aparte de Polac que había sido testigo de las cicatrices en mi cuerpo. Aquello era demasiado por soportar.
—¿Evanston? —añadió Jules acomodándose sobre su lugar. Se irguió y me miró—. Cuando lleguemos esperaré fuera. Puedes tardar lo que gustes, no me aburriré ni me cansaré de esperar, lo prometo. Solo tómate tu tiempo.
Deslicé mi mano sobre sus mejillas al notar su preocupación. Sus orbes destallaron.
Susurré. —Está bien, Jules.
Sonrió. Se aferró a mi brazo y finalmente volvió a acomodarse sobre mi hombro. Aún quedaban unos quince minutos antes de que llegáramos a la prisión estatal, así que la dejé descansar para que los pensamientos negativos o de miedo no la abrumaran.
Permaneció en silencio el resto del trayecto.
Miré a través de la ventana mientras ella mantenía su voto de silencio. Pensé en la tranquilidad que sentía desde hace varios días pero al mismo tiempo me preocupé por sentir alivio. Después de todo, era inusual que Red no se pronunciaran después de casi tres semanas tras su acercamiento a Jules. Su silencio me incomodaba.
Al pensar en ello recordé un diálogo que se repetía en mi mente desde hace un par de días. Fue la tarde en la que estuve esperando a Jules en el salón de su casa para poder salir a divertirnos junto a Alexander Pólac y Gertrude.
Me apoyé sobre Jules cuando el recuerdo se proyectó en mi cabeza.
Eran las cuatro de la tarde.
Serena Jules iba de camino a casa mientras yo esperaba por ella ya que habíamos acordado salir con Alex y Olivia al parque de diversiones para borrar recuerdos oscuros asociados a Galia o Red. Era mi deber ir acompañarla dado a que separarnos no era una opción, no después de la última aparición de Red. Mi deber era cuidarla.
El reloj sobre la pared marcaba la hora mecánicamente cuando me levanté del sillón para caminar alrededor. Habían muchas fotografías de la familia Jules en varios de los stands, como si estas pudieran paralizar el tiempo. Me quedé absorto en una de ellas, donde Serena acompañaba a su madre. La miré silenciosamente mientras sonreía por la calidez que esta transmitía.
—¿Es idea mía o es la primera vez que estamos solos? —dijo alguien tomándome por sorpresa. Bajé el cuadro y lo dejé sobre el mismo lugar antes de dar media vuelta.
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Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©
RomanceTras el final del periodo escolar en Belmont, Serena Jules inició un viaje junto a los viejos diarios de una escritora anónima. Se sumergió en estos creyendo que la historia narrada en cada página sería la respuesta que buscaba, pero los secretos e...