11. Miedo y fracaso

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Pude notar la tristeza en sus ojos incluso cuando se dirigía a mi madre de forma gentil. No estaba contenta menos cómoda, pero, como siempre, intentaba complacer a los demás para no quebrar el corazón de nadie. Eso me sacaba de quicio. No quería más mentiras.

Deseaba que su sonrisa fuera realmente sincera, como la que alumbró su rostro cuando la besé. Quería esa clase de expresiones grabadas en su rostro, no una careta de bienestar.

Me puse de pie.

Jules y mi madre me observaron atónitas por mis repentinos movimiento. No importó, caminé hasta colocarme junto a ella. —Discúlpanos un momento, ma.

Liliana Evanston sonrió con dulzura. —Aprovecharé el tiempo para traer el postre.

Cogí la muñeca de Serena para dirigirla de regreso a mi habitación.

Le abrí la entrada, dejándola abierta de lado a lado para que ingresara. Ella se mostró dubitativa mientras mantenía su rostro sereno. Finalmente dió un paso hacia el interior y, cuando menos se lo esperaba, terminé abrazándola de espaldas. La rodeé tan fuerte que no pudo apartarse de mí aunque lo intentó. Esperé hasta que se rindió varios minutos más tarde.

Suspiré cerca de su oído, calmando su lucha. —No quiero que estés enojada conmigo.

Jules dejó caer su barbilla, decepcionada quizás, y respiró hondo un par de veces. Parecía estar luchando consigo misma así que aflojé mi agarré, dándole la libertad para marcharse si no se sentía cómoda, pero envés de huir se quedó de pie bajo mi cobijo. Eso me alentó.

—Cree en mí cuando digo que no te considero inferior a nadie —supliqué contra ella. Jamás pensé que me aferraría tanto a alguien hasta ese momento.

Fue el miedo tras notar que dependía de alguien lo que me apartó de ella sin previo aviso. Me sentí mareado y confundido cuando retrocedí dos pasos. Ahora fui quien mantuvo la mirada fija sobre mis brazos cuando ella giró a enfrentarme.

No habría enfrentado su mirada de no ser porque la oí sollozar un par de minutos más tarde. Primero fue un sonido cálido, apenas perceptible, luego quejidos que pusieron en evidencia lo que me había estado ocultando. Di un paso en dirección a ella, pero está retrocedió al interpretar mis movimientos.

Apartó las lágrimas de sus ojos con prisa cuando mirada halló la suya. —No soy débil aunque tenga miedo. ¡No lo soy!

Era la segunda vez que me alzaba la voz pero se sintió como la primera. Me sorprendió, incluso para ella fue algo inesperado.

—Puedo defenderme sola —continuó con el mismo discurso de antes, aunque esta vez su voz sonaba entrecortada. Parecía confundida, como si sus palabras intentaran convencerla a ella misma y no a mí—. No soy ingenua... No soy tonta...

Deja vu, pensé.

Con sus últimas palabras, el recuerdo de una llamada hace un par de días atrás vino a mis pensamientos. Entonces recordé las palabras que Jules usó conmigo luego de tratar de averiguar cómo enfrenté a Bazier la primera vez que me puso una mano encima. Mis pensamientos se entretejieron, uniendo fragmentos claves, para dejarme concluir que la misma conversación volvía a reproducirse como si se tratara de una grabación.

Di dos pasos en dirección a ella sin acercarme demasiado como para espantarla. —¿Qué pasó la tarde en que me preguntaste por mi padre? ¿Por qué querías saber qué sentí la primera vez que me lastimó?

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora