10. Hogar

467 63 16
                                    

La idea de que Lenmarck tuviera el informe psicológico que la señorita Grenger elaboró, no me atemorizaba, pero sí me incomodaba.

¿No se supone que tenía derecho a confidencialidad?

Resoplé.

No me importaba si el tutor de mi año leía sobre mis cien anécdotas de la infancia o si se burlaba de estas, lo que me disgustaba es que él tenía acceso a episodios privados de mi vida junto a mis compañeros. Eso era bastante perturbador, especialmente los fragmentos con Evanston o Dante hace un año. Aún cuando él no tuviera oportunidad de conocerlos, ¿qué le daba derecho a leer sobre estos?

No me agrada, pensé repetidas veces, mientras me dirigía al salón del consejo estudiantil. Hoy era la primera reunión y estaba nerviosa, quizás porque este era un nuevo mundo para mí.

Saqué el móvil.

Espero cumplir las expectativas del señor Lenmarck...

Le envié el mensaje a Donovan.

Ella desconocía hasta qué punto había llegado mi trato con el tutor cuando Kovacs lo apartó de mí, aún así estaba al tanto de que esté me había reprendido injustamente el día de la reunión del club. Quizás por eso envió un sinfín de caritas nauseosas que resumían mi estado de ánimo.

Como mi mejor amiga, conocía los disgustos de mi día a día, por lo que estaba al tanto de la advertencia de parte del señor Lenmarck. Inicialmente no creyó que un ser "tan perfecto como él" hubiera actuado de esa manera conmigo, según ella porque su personalidad no daba atisbos de agresividad, hasta que notó que él me tenía en la mira. Sin importar qué hiciera o cómo obrara era a mí a quien siempre enviaba advertencias, especialmente desde que se lanzó el programa beta para mensajeros.

Resoplé. Me detuve frente al salón donde todos aguardaban mi presencia.

¿Qué puede salir mal?, pensé intentando distraerme después de sacar un folio de la cartera. Observé el título decorativo en el que había escrito "nuevos proyectos" y suspiré. Siempre me había gustado organizar actividades y cargarme la vida de planes a corto y mediano plazo; sin embargo, tenía el vago presentimiento de que debía detenerme antes de sobrecargarme de tareas o simplemente no poner el cien por ciento de mi atención en estás.

Suspiré.

Sacudí mi cuerpo para deshacerme de las malas vibras. Conté hasta tres e ingresé al aula de forma dramática, tanto así que giraron a verme cada uno de los presentes. Les sonreí y, mientras recorría el lugar con la mirada, encontré al señor Lenmarck sentado en un extremo, revisaba un folder oscuro con tanta intriga que ni notó mi presencia.

Saludé a todos.

Me ubiqué en la única silla vacía y, apenas estuve cómoda, el señor Lenmarck se puso de pie de un salto. No me miró ni lanzó una advertencia contra mí, simplemente dió inicio a la reunión. Les explicó a cada uno de los presentes lo mismo que me había dicho en su oficina, con la excepción de que esta vez nombró a un invitado especial. No dijo nombres, solo que esta persona nos apoyaría en la gestión del grupo dada a su experiencia previa. Todos mostraron su conformidad.

La próxima en conversar con los miembros del consejo fui yo. Tuve que armarme de valor para plantearles mis alocadas ideas sobre un evento de bienvenida a los de intercambio o nuevos alumnos. Debí suponer que asociarían mi propuesta con Evanston, sin embargo no importó. Abogué los beneficios de este evento hasta que no tuvieron otra opción más que acceder. Así obtuve mi primera propuesta aceptada por unanimidad. Fue un logro pequeño que se sintió enorme cuando comencé a oír a los demás. Me sentí cómoda, especialmente porque iniciaba con el pie derecho y porque, con esa medida, me aseguraría de que ninguno de los nuevos pasara desapercibido.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora