12. Felices es para siempre

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Era lunes, no como de costumbre. Estaba entusiasmada y con todas las ganas de arrancar con mis proyectos luego de un fin de semana que me recompuso completamente.

No se trataba de haber pasado la noche junto a Evanston. Mis motivos no eran en base a lo físico, sino en el ámbito emocional entorno al momento previo que compartimos, junto a su madre y en un lugar que escondía los secretos más íntimos de la persona que gustaba desde hace varios meses. Ese era mi momento favorito del fin de semana.

Gracias a eso nuestro lazo se había fortalecido. Éramos más cercanos después de que me hubiera mostrado un pequeño fragmento de su vida (la relación con su madre y la vida entorno a ella). Estábamos unidos por hilos invisibles que poco a poco iban volviéndose más gruesos mientras más secretos se revelaban entre nosotros. Podía lidiar con eso y con el hecho de enamorarme más de cada fragmento suyo, especialmente ahora que él parecía alguien completamente diferente.

Él cambió, no por mi, sino por él. Por ejemplo, ahora me escribía a diario, así no hubieran razones lógicas de por medio. Era un libro abierto para mí. Nos comunicamos a través de llamadas y expresaba sus emociones cuando lo creía necesario. No sé escondía de mí ni me apartaba de su camino. Éramos uno.

Suspiré.

Estoy enamorada, admití con vergüenza mientras caminaba hacia el edificio principal de la preparatoria. Lo estoy, repetí emocionada.

La gente me observaba debido a la sonrisa imborrable dibujada en mi rostro. Me sentí un tomate andante mientras sentía el leve calor sobre mis mejillas. Hoy Evanston me había enviado un mensaje al despertar. Era un saludo corto pero significativo que había alegrado mi mañana, llevándome a un mundo paralelo donde la vida era algo parecido a un color rosa, excepto por un detalle...

El mensaje siguiente resumía mi mayor interrogante del fin de semana.

¿Pensaste en lo que harás en el consejo?

Era una pregunta de ayer en la noche que no respondí. Era de Evanston, pero también tenía un texto similar de parte de Donovan. Ella, al parecer, tenía la misma idea acerca de mi renuncia ante el consejo, propuesta que no habían fundamentado y que aún así esperaban que acotara. Era el único tema relacionado al fin de semana que aún rondaba en mi cabeza y que, quizás, no iba a abandonarme hasta obtener el motivo de aquella petición.

California, pensé. Ella había sido la primera en proponerlo así que, tal vez, era a la primera a quien intercendría para obtener respuestas.

Llegué a mi casillero minutos después, tras un largo recorrido dónde había estado distraída a tal punto de no notar que Lucas Kovacs y California Donovan me esperaban de pie junto a mi objetivo. Ninguno notó mi presencia porque charlaban de forma intensa, así que me ví en la necesidad de abrir el casillero de forma dramática para que el par dejara de discutir. Lo logré.

Callaron y Kovacs fue el primero en romper el silencio. —¿Estás desocupada? Quiero hablar contigo sobre...

—Kovacs quiere unirse al equipo a cargo de la edición del periódico —interrumpió una impaciente California. Golpeaba el suelo son el taco de sus zapatos para hacerse notar—. Es el candidato perfecto —sentenció para culminar.

Lucas la miró de reojo intentando reprocharla por no haberlo dejado hablar. Ella lo ignoró. Yo sonreí.

—Es guapo, lo cual ayuda para la publicidad —añadió con frialdad. Quise no reírme pero no aguanté. California me dió una palmada en el hombro por no tomarla en serio—. Es inteligente también. ¿Acaso crees que buscaría a un candidato sin cerebro? El chico hace lo que puede.

Un ángel para un corazón roto [CCR #2] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora