40. Pinocho

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Mordí mi labio  e intenté desviar los pensamientos pecaminosos de mi cabeza, debía ser fuerte contra el efecto que Peter provocaba en mí. Me limité a recargar mi cabeza en su hombro, mirando como jugaba de manera casi experta.

En algún momento volví a aburrirme, para entretenerme decidí que lo molestaría. Traté de hacerle cosquillas, jalé sus orejas, deposité algunos besos en su mentón y sólo reaccionó cuando lamí su mejilla.

—Qué asco —chilló mientras se limpiaba con su manga.

Reí al ver que había perdido la partida, aproveché para acercarlo a mí y dejé pequeños besos por todo su rostro. 

—No hagas eso, Jack —susurró.

Sonreí al ver que a pesar de aparentar querer detenerme él inclinó su cabeza, dejándome el camino libre. Mordí levemente su cuello, logrando que cerrara sus ojos de manera instintiva.

—¿Hacer qué? —fingí inocencia.

—Basta —dijo apenas audible.  

Lo ignoré, seguí esparciendo besos desde su mentón hasta su cuello. Mi respiración en ese punto era ruidosa, entrecortada.

—¡Basta!

El grito retumbó en mis oídos, me quedé estático sin entender el porqué de su abrupta reacción. Peter se apartó de mí, dejó la habitación antes de que pudiera pensar lo que había sucedido.

Me llevé la mano a la frente, suspiré siendo consciente de que me había dejado llevar. Tal vez había sido demasiado para él, tendría que ir a averiguar qué le pasaba y disculparme si acaso se había sentido violado.

Toqué un par de veces la puerta pero no respondió, abrí cuidadosamente y asomé la cabeza.

—¿Estás bien? —pregunté, cerrando la puerta tras de mí.

Pude verlo hecho un ovillo en la cama, negué con la cabeza al ser consciente de que yo había sido el único culpable.

—Déjame solo.

Su voz había sido húmeda, no podía sentirme más idiota. Lo había hecho llorar, tan grave había sido.

—¿Hice algo mal? —pregunté en voz baja.

Peter se echó las sabanas encima, suspiré sin saber si era lo correcto seguir hostigándolo. Me acerqué, sentándome del otro lado de la cama para mantener cierta distancia.

—¿Por qué lloras, cariño? —dije con suavidad.

—No estoy llorando.

Sonreí a medias al escucharlo, a veces actuaba como un niño en todo el sentido de la palabra.

—Ya veo, ¿entonces podrías decirme qué sucedió?

Peter limpió las lágrimas con el dorso de su mano, parecía poco a poco recuperarse.   

—¿Conoces el cuento de Pinocho? —dijo sin darse la vuelta, todavía dándome la espalda.

Lo miré extrañado por la pregunta tan repentina, e incluso fuera de lugar, pero terminé por asentir.

—Por supuesto, sobre el títere ingenuo.

Él suspiró pesadamente, algunos hipidos escaparon de sus labios mientras se sentaba en la cama. La luz no era tanta, pero lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos.

—Siento como si tú fueras el hada azul y yo Pinocho —dijo con voz queda—, sólo que no es mi nariz lo que se alarga.

Mi garganta se secó al escucharlo y sin poder evitarlo bajé la mirada a su regazo.

En busca de la magia (Jack Frost X Peter Pan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora