《Memorias de un adicto》Ray Toro

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Esa mañana en la que Frank resultó herido muchas cosas cambiaron entre los cinco, algo se rompió y todo comenzó por mi culpa. Realmente soy de esperar con tranquilidad a que las cosas se den, soy una persona que parece paciente, que se ve “armoniosa” pero la verdad es que mi vida es un caos, no estoy en la guerra. Yo, Ray Toro soy la guerra

Simona y Mikey se alejaron de nosotros, el resto de los soldados que quedaban de pie nos miraron desconcertados, otros con pena y muchos de ellos nos señalaron como culpables de que la morfina ya no esté. En realidad solo la tomé yo, comencé inyectándome pequeñas dosis al principio del viaje, evitaba darles a los heridos para tener más para mí y con eso violé todos los principios que prometí al asumir como médico.

El calor del desierto era insoportable a la mañana siguiente de que quedáramos etiquetados como adictos, Gerard estaba furioso conmigo y con Frank, decía que si este no se hubiera quedado debajo de la tienda nada hubiera pasado, si sé lo que pensaría cualquier persona que leyera mi Biblia “¿Cómo Gerard va a decir eso?” la verdad es que uno en estas situaciones hace y dice cualquier cosa. Y dado que  está enamorado y a punto de explotar porque su novia no le hablaba, no lo culpo.

Si algo me caía bien de Gerard es que él se parece a mí, parece callado, introvertido, cero por ciento sentimental y cuando lo conocés es todo lo contrario a lo que aparenta. Es fiel y buena persona pero tomó caminos difíciles en la vida que lo llevaron a ser un adicto alguna vez. Realmente le creo cuando dijo que ya no consumía, si lo hiciera ese frasco que salvó a Frank no existiría hace tres meses.

Es casi igual a mí, la diferencia está que yo nunca abandoné el vicio y que tampoco nunca me enamoré por lo que quizás cuando encuentre a alguien logre curarme realmente, tal como él lo logró con Simona.

- Nos vamos –Frank arrojo mi mochila sobre mis brazos, haciendo que raye la biblia de lado a lado – Ups, lo siento

- No pasa nada – Lo miré molesto, pero no podía enojarme con él. Era uno de los pocos que aún me hablaban, él y Gerard

- Escuché que las cosas se están complicando con el almirante  François Darlan a unos kilómetros de acá – agregó Gerard que aparecía dentro de una carpa.

Simona pasó detrás de él con Hastings, ellos estaban muy amigos últimamente y Gerard lo odiaba con todo su alma. Me daba tanto miedo que los viera juntos, temía por la vida de Hastings, porque Gerard más  un arma, sumado a millones de grados Fahrenheit  eran una combinación letal

- Basta Gerard, cambia la cara – dijo Frank por lo bajo – pareces desesperado ¿Lo estás?

- No sé decime vos, mi hermano me odia y al parecer mi pareja ya no me reconoce como tal – suspiro con nervios al tiempo que se mordía las uñas, algo asqueroso ya que tenía las manos negras de suciedad.

- Ya se les va a pasar – Frank parecía que intentaba converserse más así mismo, que a nosotros - ¿Cuánto tiempo más va a pasar antes de que nos perdonen?

- Un milenio – dije mientras cerraba la Biblia y comenzaba a caminar en dirección hacia los tanques de guerra.

Hace dos semanas que estábamos peleados, no habíamos cruzado más palabras excepto Gerard y Simona, palabras de las cuales no tengo conocimiento pero puedo llegar a la conclusión que no fueron buenas. La mañana siguiente del accidente de Frank, aliados británicos nos buscaron en aviones militares para llevarnos a Marruecos, donde ahora estamos, sólo peleamos una batalla que fue más una emboscada sorpresa y la ganamos. Esta vez no hubo muertes de ninguna parte, pero si tomamos rehenes y los llevamos a uno de nuestros puestos, precisamente en el que estamos por dejar.

Las cosas cambiaron radicalmente, estas dos semanas pudimos comer todo lo que quisimos, no tuvimos que racionar agua ni sufrimos de frio por las noches. Ya no caminamos, hay suficiente equipamiento para que nos lleven. Somos héroes, todos nos creían muertos dado que no pudimos comunicarnos durante un tiempo.

《The Guardian of War》*My chemical romance*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora