Capitulo 1: Viejos recuerdos

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—Como ya sabrán, los últimos años ha habido un  gran avance en los tratamientos para detener el crecimiento de los tumores por el resto del cuerpo y han estado mejorando las tecnologías para el uso de las maquinarias necesarias en la quimioterapia, sin embargo, aún persisten varias problemáticas sobre el tema. Verán, mi colega….

La voz de la Dra. Simpson era clara, ronca y firme. Tenía una manera de imponerse en sus clases bastante sorprendente y particular. Probablemente resultado de tantos años estudiando y dedicándose a lo mismo. Aunque bueno….cuando comenzó a explicar las experiencias de sus colegas en el ámbito de la quimioterapia, sentí como su voz iba apagándose lentamente y mi mente comenzaba a abandonar su clase. Problemáticas….claro que entendía a la perfección a que se refería. Su iniciación al tema me llevaba irremediablemente a un tiempo lejano, quizás a unos dos años atrás. Incluso el retroceder en el tiempo me permitía percibir nuevamente el olor a desinfectante de aquella habitación. Recordaba una habitación tan blanquecina que por donde la miraras la encontrabas apagada, monótona, fría y poco acogedora, típica de hospital, además de escuchar de fondo el repetitivo y constante pitido de una máquina de pulsaciones.

En aquel entonces tenía enfrente de mí a una mujer unos cuantos años mayor, podría decirse que la diferencia de edad era tan grande como la fecha de mi nacimiento y el suyo. Yo estaba sentada a un lado de la camilla, aferrada a su mano, observándola con expresión dolorosa, notando su aspecto tan desmejorado. En cambio, ella estaba acostada, con su rostro pálido, decaído, y  su mirada con la intensa ausencia de vitalidad, como pérdida y apagada, que ya no  recordaba cuando había sido la última vez que la había visto brillar. Cuanto dolía verla así… Mi pecho se acongojaba al inevitable hecho de saber que lentamente la estaba perdiendo.

—Prométeme que te quedaras un poco más de tiempo conmigo mamá, por favor…-Le supliqué con un hilo de voz apenas perceptible mientras batallaba entre llorar o tragarme las lágrimas.

Estaba segura que si no la mantenía un poco más de tiempo a mi lado, todo mi mundo se desmoronaría, ya no sería capaz de continuar sin ella…

—Lo siento tanto, no me queda mucho tiempo –Lo supe por esa dulce sonrisa que me dedicó tras decir aquella frase que estaba dando lo mejor para animarme. Lo estaba intentando. Pero su sonrisa dolía y desquebrajaba lo último que quedaba de su ser, como si estuviera despidiéndose de mí.

No era necesario pensármelo dos veces antes de abalanzarme sobre ella, estrechándola entre mis brazos, largándome a llorar desconsoladamente mientras  hundía más y más mi rostro en su pecho. Extrañaría el calor de sus abrazos, su dulce sonrisa, aquella mirada amable. Extrañaría con locura a mi madre.

Maldita enfermedad” Recuerdo que maldecí  mientras lloraba descontroladamente, sin poder frenar las lágrimas. Aquel tumor me había quitado a la mujer que más amaba en todo el mundo.

— ¡Srta. Rawson!

¡Mi nombre! Alguien había nombrado mi nombre y  de repente volví a la clase. Parpadeé varias veces acostumbrarme otra vez a la realidad y al percatarme del entorno, del lugar donde estaba sentada y el resto, encontré la mirada de todos los presentes sobre mí. La vergüenza era tan grande que me hundí en el asiento deseando desaparecer. Desafortunadamente la mirada de la Dra. Ya estaba sobre mí y  me tenía en su mira, frunciendo el entre cejo como si estuviera planeando asesinarme.

—Es la tercera vez en la semana que tengo que llamarle la atención ¿En que se supone que está pensando tanto?

Abrí mi boca a punto de decirle inconscientemente las razones pero no lo creí apropiado.

—Lo siento, no f-fue mi intención –Articulé  levantándome temblorosa del asiento para luego inclinar mi cabeza en modo de disculpa. Era mejor no dar explicaciones.

Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora