La cocina estaba igual a como la había dejado en la mañana, tenía que lavar algunos platos de la cena del día anterior y la taza de la que tomaba cada mañana. M cama estaba distendida y la ropa estaba toda desparramada por el piso de la habitación. Había que barrer el piso, pasar la aspiradora, limpiar los muebles. Suspire al ver todo otra vez sucio. Aún tenía tiempo de acomodar un poco, antes de irme a trabajar. Me coloque mi delantal preferido, que tenía el dibujo de un gatito en el centro, que por cierto adoraba con locura y apenas lo vi en la vidriera lo compre sin dudarlo, preparándome para la limpieza rutinaria.
Increíblemente logré limpiar la gran mayoría del su departamento. Aunque me faltó mandar la ropa sucia a la lavandería pero apenas si me alcanzaba el tiempo para cambiarme de ropa a una más cómoda y salir corriendo al trabajo.
Cerré con llave la puerta y volé a través de la entrada, solo con quince minutos para llegar tenía que correr lo más rápido que mis piernas me dejaran. Por suerte el bus que me dejaba cerca, estaba deteniéndose en la siguiente parada lo que me daba tiempo de alcanzarlo. Subió a él con la respiración alterada, al punto que el chofer no pudo evitar preguntarme si estaba bien y asintió a duras penas sentándome en uno de los primeros asientos. Inspire y exhale aire varias veces tratando de recupérame. No había corrido de esa manera tan frenética hacía tiempo. Al mirarme por la ventanilla, vi que mi cabello estaba todo desarreglado y en punta, lo que causó que mis ojos se abrieran como platos y entrara en pánico. Con la mano intentó acomodarlo lo suficientemente como para que quedara presentable y lo ate en una coleta alta. ¿Qué mejor manera de controlar un cabello rebelde que atándolo?
El bus se detuvo en la última estación y baje agradeciéndole al chofer por su preocupación, al parecer ya estaba otra vez respirando normal. Enfrente de mí había un gran restaurante italiano con un cartel brillante y enorme de un tazón de fideos que decía “abierto las veinticuatro horas”. Sí, trabajaba como asistente por las noches del chef. Cuando me mude hace dos años, en busca de trabajo misteriosamente encontré el restaurante que aparentaba necesitaba ayuda en la cocina en el horario nocturno. Era perfecto para mí. Estudiaría por las mañanas y podía trabajar por las noches así que inmediatamente me ofrecí para el puesto.
El dueño era un viejo que vivía de cocinar diferentes clases de pastas y que con avanzada su edad se vio obligado a contratar ayuda, por las mañanas trabajaba con su hija y por las noches, que era el horario que mayor cantidad de clientes había, estaba solo así que al ver que estaba dispuesta a trabajar me aceptó sin pensarlo dos veces. Así, habiendo pasado dos años, nos habíamos convertido en buenos amigos.
—Nonno ya llegue, perdona la demora –Musite apareciendo por la puerta trasera del negocio. A èl le gustaba que lo llamaran nonno, que en italiano significaba abuelo, ya que tenía prácticamente la edad de su nieta.
—No te preocupes querida, ahora ve a ponerte el delantal que hay varios clientes esperando –Dijo el señor probando de una cucharada la salsa que estaba cocinando.
Pasó un largo rato de idas y vueltas de la cocina al mostrador hasta lograr atender a todos los clientes. Por fin conseguí algo de tiempo para descansar antes de seguir preparando fideos. Me sente en el “asiento especial” junto a las especias soltando un largo suspiro de cansancio.
—Sara, un cliente ordenó el extra grande de spaghetti —Vociferó el hombre del otro lado de la cocina.
— ¡Enseguida lo preparo!
Me levantó de la silla en la que estaba descansando y me acerque a la encimera para hervir agua en una olla, luego vertí los fideos en está aumentando el fuego de la hornalla al máximo. Ya estando listos los puse en un bol de un tamaño más grande de lo normal, les eche salsa de tomate encima y pisquitas de queso rallado, dejándolo listo sobre una bandeja para llevarlo al mostrador.
—Dis-disculpe la demora, aquí está su plato.
—Ah… ¡tú eres la chica de las llaves! —Exclamó una voz que me sonaba conocida, levantándose de su asiento.
“— Oye… ¿Olvidaste tus llaves?“
Inmediatamente mi cerebro reprodujo esa voz haciéndome caer en la cuenta de quién era. Entonces presté suma atención a la apariencia de ese chico. Ojos azules, marcas en ambas mejillas, rubio, ropa casual de skater. Definitivamente era el…
Dios, Buda, Alá, quien sea… ¿A esto llaman karma? ¿Por tener curiosidad de saber sobre él?
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Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)
Teen FictionEl solsticio de verano es el encuentro poco casual entre el sol y la luna, que solo ocurre en dos en el año, creando un hermosa mezcla de colores en el cielo, combinando la luz con la oscuridad, la fría noche con el radiante día, inventando algo nue...