Capitulo 18: Ojitos tristes

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Narra Rebecca:

Estaba aterrada, mi respiración era pausada y débil, no sabía qué hacer, que decir, mis labios, mi cuerpo, no se movían en lo absoluto. Nunca había imaginado encontrarme en una situación como esa, y vaya que me superaba. David clavó sus ojos en los míos buscando una respuesta, también sorprendido, quizás pensando dentro de esa cabecilla suya que algo extraño estaba sucediendo.

Solomon, que estaba tan solo a unos metros, tenía también la mirada puesta en su mejor amigo, tan estupefacto como yo. Era la primera vez que lo veía sudar, nervioso, con cierta vacilación para contestar. La intriga empezaba a consumirme, deseaba saber sus razones al igual que el dueño de los dos zafiros.

Entonces se acercó a mí, tomó mi mano precipitadamente y me llevó a la fuerza donde se encontraba David.

—Será mejor que hablemos en otro lado — Musitó Solomon fríamente dedicándole una mirada seria a su amigo.

Tanto David como yo tragamos saliva y lo seguimos a las afueras de las canchas donde había una zona llena de robles. En el pequeño trayecto nos mantuvimos callados hasta llegar a un lugar lo suficientemente apartado de los demás. Era como si estuviera todo tenso, nosotros esperando a escuchar que era lo que Solomon iba a decirnos. En verdad quería saber lo que  diría…

Se detuvo a unos metros de nosotros y se dio la vuelta para poder vernos. David a mi lado tenía el ceño fruncido sin entender nada mientras yo lo miraba confundida.

—Sobre lo de antes… no era necesario que me defendieras —Murmuré rompiendo el silencio.

— ¿Qué quieres decir con eso? ¿Es sobre lo que le dijo a Katherine y su manada? –Interrogó David cruzándose de brazos.

—No lo malentiendas, lo dije para sacarla de apuros –Contestó Solomon apoyándose contra la corteza de uno de los árboles.

—Claro, como si no fuera suficiente ya que por toda la universidad hay rumores que ella gusta de ti como para también agregar que estas detrás de ella –Insinuó fastidiado —Vamos Solo, no puedes extender más rumores cuando sabes que comenzamos a salir.

— ¿Están… saliendo? — Preguntó Solomon incrédulo.

—Sí, queríamos contártelo cuando fuéramos a comer algo pero... –Le lancé a David una mirada asesina—Alguien se adelantó con la noticia.

—Ya está bien, lo siento Becca ¿De acuerdo?–Se disculpó bajando la mirada como un niño que fue regañado por su madre. David podía ser tan infantil a veces…

Comenzamos a tener una discusión, aunque fui la primera en iniciarla, al decirle que era demasiado infantil para salir conmigo y él se arrojó al suelo de rodillas  “suplicandome” que lo tomara en serio, mientras intentaba hacer el tonto para lograr que me riera. En un momento dirigí mi mirada a Solomon. Nos observaba con poco ánimo, como sintiéndose apartado. En verdad no lucia como que le gustara lo que estaba viendo.

—Era hora que hicieras tu jugada, si seguías siendo tan lento toda tu vida nadie querría estar contigo –Masculló interrumpiéndonos con una sonrisa arrogante.

— ¿A quién llamas lento? ¡Ven aquí niño bonito!- Exclamó David abalanzándose sobre su mejor amigo estrellándolo contra el suelo mientras le arrojaba las hojas de los arboles caídas a la cara.

—Vamos chicos, no peleen –Musité  entre risas por  su tontería hasta que Solomon se defendió lanzándole varias hojas a la cara de David y se lo quitó de encima — ¡Hey! Eso fue un poco rudo de tu parte Roberts- Lo regañé frunciendo el ceño.

Él se levantó del suelo sacudiéndose la tierra que tenía sobre la ropa y me miró un instante. Su mirada profunda, seria, llena de ira contenida, intentando mandarme un mensaje que no comprendía en absoluto consiguió ponerme nerviosa. Entonces chistó fastidiado y se largó de allí al ver como David se recuperaba.

Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora