— ¿A-Adam?
Había quedado encantada bajo un hechizo que me mantenía totalmente paralizada al levantar la vista y tenerlo frente a mí. Me sorprendió el valor que tuvo mi boca de pronunciar su nombre sin perder la voz. Todo comenzó a dar vueltas, ya ni si quiera podía mantener mis mejillas en otro color que no fuera el carmesí ni mi pulso cardiaco tranquilo porque estaba por los cielos ante tanta felicidad. ¡Tantas sensaciones diferentes surgían en mi interior al verlo después de tanto tiempo!
La suerte me había sonreído y me dio la oportunidad de apreciarlo otra vez en persona. Otra vez el intenso y atractivo avellana se encontraba con mi tímido gris. Era tan fuerte, tan intenso, que comenzaba misteriosamente a perderme en su mirada. Me consumía el deseo de observarlo con tanto detenimiento, descubriendo cada destalle de cuanto había cambiado en los últimos meses: Su cabello seguía igual de alborotado y castaño pero estaba bastante más corto que la última vez, su rostro se había afinado dándole aire de madurez y también había crecido unos cuentos centímetros, tanto así que la diferencia de estaturas entre la suya y la mía era muy notoria. Quizás lo único que quedaba de la versión adolescente de Adam era su sonrisa traviesa. La que siempre había logrado hipnotizarme.
Obviamente no podía creer lo que estaba viendo. Adam Jones, el chico que había sido mi primer amor del instituto, a quien creí que no volvería a ver nunca más después de terminar la escuela, estaba frente a mí, sonriéndome con alegría.
— ¿Cómo has estado? Hacía tiempo que no nos veíamos...
Claro que había sido así. Luego que terminara la secundaria no nos habíamos vuelto a ver. Me gustaba tanto y a pesar de haberme dicho a mí misma al comenzar la universidad que lo había olvidado, no aparentaba ser así para mi corazón. Latía tan agitado y alegre. Al igual que mi sistema nervioso, el cual se estremecía y se olvidaba de enviar las señales de continuar respirando cada vez que sus labios se unían al pronunciar palabras, mientras me contaba su vida en los últimos meses. Mencionó sus vacaciones en Midland -una pequeña ciudad al norte de Michigan- y que durante las vacaciones había tomado la alocada decisión de inscribirse en la misma universidad y mudarse con toda su familia al estado de Connecticut.
Entonces, entre risas sobre viejos recuerdos, recordé las razones de porque nos habíamos distanciado. Mantuve mi semblante alegre mientras lo escuchaba pero mi mente se sumergía lentamente en recuerdos. Como el último año de instituto, cuando había sido rechazada rotundamente. Y aunque ya hubiera pasado tiempo, un amor platónico de tres años no resultaba fácil de olvidar. Incluso aún dolían las palabras que me había dicho en aquel entonces:
"—Lo siento Sara, pero yo ya estoy saliendo con alguien y..."
Esas palabras volvían a rondar por mi cabeza después de tanto tiempo, todavía más al notar cómo estaba actuando conmigo. Despreocupado, amigable, como si nunca hubiera pasado nada…. Una vieja punzada que creía desaparecida volvió a aparecer en mi pecho al recordar todo aquello. Teníamos una historia que si "esa" chica no se hubiera cruzado en el camino, habría sido diferente. Había sido la primera chica que había odiado por quitarme algo que creía que me correspondía.
— ¿Cómo van las cosas con Dana? – Interrogué de repente, interrumpiendo el largo rato que llevaba hablando sobre sus hermanos, refiriéndome a su novia.
Su rostro mostró un poco de sorpresa ante la pregunta pero luego ladeó su cabeza hacia el costado evitando hacer contacto visual.
—Ella y yo...terminamos — Sentenció con el ceño fruncido. Al parecer le molestaba hablar sobre eso.
Su expresión rígida me había hecho sentir culpable. No había sido bueno tocar ese tema justo en ese momento. ¡Siempre mi curiosidad y masoquismo entrometiéndose entre la relación boca-cerebro! ¿Cuándo dejaría de ser tan torpe?
—No debí preguntar, perdóname.
En mi tono de voz se notaba la culpabilidad tras haber hecho esa pregunta. El seguramente aún se sentía mal porque había terminado su relación con ella. Inconscientemente bajé mi mirada al suelo. Definitivamente no podría verlo a los ojos otra vez después de eso.
—Sigues siendo la misma de siempre.
Sentí el suave roce de su mano en mi cabello, acariciándolo al principio para terminar despeinándolo un poco mientras reía divertido.
—Yo estoy bien así que no tienes por qué sentirte mal por mi ¿Ok?
Siempre habíamos sido así de cercanos. Sabíamos lo que sentía el otro con solo vernos a los ojos. Él conocía mi personalidad tímida, retraída y el extraño defecto de evitar mirar a la gente directamente a los ojos cuando sentía que había hecho algo mal. Luego de que dejara en claro que no estaba enojado por la pregunta pude hablar con tranquilidad con él. Su cálida y despreocupada sonrisa siempre de alguna forma había logrado tranquilizarme. Por otro lado, sus manos, su mirada, su forma de hablar, me transmitían seguridad y esa inseguridad dentro de mí se desvanecía como si hubiera usado un truco de magia sobre mí.
A pesar del tiempo que había pasado entre los dos, esos sentimientos no habían cambiado. Aunque había batallado demasiado contra ellos, de oprimirlos hasta que un día desaparecieran, al verlo otra vez habían comenzado a aflorar de nuevo sin control alguno. El destino quizás quería darme otra oportunidad. ¿Tal vez en esta oportunidad él sí se fijaría en mí? Esa era una muy buena pregunta que empezaría a plantearme seriamente.
Teníamos tantas cosas que contarnos que habremos estado en el pasillo un buen rato conversando. Quien sabe cuánto tiempo habíamos estado conversando tan animadamente. Unos vente, treinta minutos o hasta quizás una hora. Lastimosamente él tuvo que despedirse ya que tenía que volver temprano a casa y se despidió de mí con un suave beso en la mejilla. Aun así, hubo una mala jugada de su parte al quedar nuestros rostros tan cercanos ante el saludo. Él se mordió el labio inferior conteniendo una sonrisa socarrona y se alejó lo suficiente para que viera el brillo juguetón en su mirada. Entonces sentí que ya definitivamente mi alma había abandonado mi cuerpo físico en la Tierra para aquel momento. Luego me eché a reír al verlo marcharse lentamente por el pasillo bailando a un ritmo únicamente existente en su cabeza. Adam seguía siendo Adam y realmente me gustaba que no hubiera cambiado. Convertía todo a mí alrededor brillante.
El camino a casa, siempre se hacía largo y eterno, a pesar que solo fueran unos cuantos minutos en autobus o tren y otra parte caminando. Sin embargo recorrerlo sola no me dejaba otra alternativa que ser sólo mis pensamientos y yo. A lo mejor ese era el único problema. A las pocas cuadras de haberme bajado del autobus y caminar las calles restantes, comencé a divisar la zona de edificios donde en uno de ellos estaba mi departamento. La suerte me había hecho una buena jugada al poder conseguir un apartamento a tan sólo media hora de Manchester, donde estaba el campus de la universidad, y cerca del centro de la ciudad de Hartford.
Los faroles del vecindario donde vivía empezaban a encenderse uno a uno con el escondite del sol en el horizonte y a lo lejos, frente al edificio donde estaba mí departamento, se veía una extraña figura que era oscurecida con la tenue luz del atardecer. La sombra se movía de derecha a izquierda rápidamente, saltaba, flotaba unos dos segundos en el aire y volvía al suelo como por arte de magia. Ante mis ojos, no podía más que quedarme deslumbrada. Mi curiosidad fue en aumento cada vez que daba un paso más para acercarme. Entonces la figura se iluminó al aproximarme. No se trataba de una simple sombra sino de una persona, de hecho de un chico que aparentaba la misma edad, haciendo trucos en su skateboard.
Me quedé parada en la puerta principal del edificio siguiendo con la mirada cada movimiento que hiciera ese chico. Su cabellera rubia se movía salvajemente hacia todos lados, su rostro el cual casi no podía verse se notaba totalmente concentrado en los trucos y bañado en sudor. En cambio, su ropa, que flotaba y se ensanchaba con cada salto, era juvenil y seguía la moda de cualquier persona que perteneciera a ese grupo social. Sin notarlo me encontré tan cautivada por sus movimientos que había olvidado las razones de porque estaba allí. Debía entrar a casa pronto. Tuve que obligarme a mí misma a voltear hacia la dirección contraria, la puerta del edificio, y rebusqué las llaves en mi bolso. Rápidamente me adentré en el edificio aunque sin no antes echarle un último vistazo a aquel misterioso muchacho. ¿Lo volvería a ver acaso? Me gustaría que fuera así.
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Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)
Teen FictionEl solsticio de verano es el encuentro poco casual entre el sol y la luna, que solo ocurre en dos en el año, creando un hermosa mezcla de colores en el cielo, combinando la luz con la oscuridad, la fría noche con el radiante día, inventando algo nue...