Capitulo 35: Reencuentro

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Temprano en la mañana, la limosina estaba ya esperando  por nosotros en la puerta del edificio. Bajamos ambos con todo nuestro equipaje, que realmente no era mucho más que para pasar unos días allá, y nos dispusimos a viajar hacia Michigan en ese confortable coche que era muchísimo mejor comparado a los largos  viajes que habia hecho en  autobus.

Me senté junto a la ventanilla para disfrutar el maravilloso paisaje durante el camino. Mi cabeza volaba con millones de pensamientos a la vez, aliviada de alejarme un poco de casa, como después de la época de exámenes había un receso de dos semanas, podía relajarme y pensar las cosas más fríamente. Luego estaba el asunto de David, y bueno, nuestro repentino distanciamiento. Por último y no menos importante también estaba la posibilidad de cruzar a mi padre cara a cara después de tanto tiempo. O incluso a Samanta, quien probablemente me seguiría evitando pero  consideraba que esta vez seria la oportunidad de volverme a acercar a ella.

Tenia la esperanza de arreglar los pedazos rotos y unir a mi familia de nuevo. Todos los problemas que llevabamos cargando tantos años debian tener una solucion, al menos tenia esa leve esperanza.

A través de la ventanilla se veían grandes campos verdes,  emanando vida y color, típica de cualquier fotografía de postal. Luego de varias horas pasamos finalmente el cartel de chapa escrito “Bienvenidos a Michigan- Monroe” que nos indicaba que estabamos cada vez más cerca. Los extensos terrenos fueron poco a poco cubiertos por construcciones de ladrillo, sencillas, una tras otra, formando hileras, cada una con un diseño pintoresco, de esas de familia adinerada.

Una de las construcciones más notable de la zona era la que estaba en la cima de un pequeño relieve, una especie de chalé de lujo, con cimientos de madera oscura, a primera vista se notaba un porche como recibidor decorado con asientos acolchonados, una hamaca hawaiana a un lado y colgada en una de columnas que sostenía el techo del porche una campanita que sonaba cada vez que el viento la azotaba.

Apenas llegamos frente a ella el coche se detuvo y el chofer se bajó para ayudarnos con los bolsos mientras me detuve a contemplar con sorpresa esa casa. Como si fuera mi primera vez después de tantos años. De hecho habían pasado más de dos años pero obviamente sentía que había sido mucho más tiempo. Matt miró su hogar con una sonrisa y emprendió su caminata por la escalerilla que subía por toda la colina hasta llegar al porche. Fui detrás de él aun mirando la casa, observando la cantidad de flores silvestres que había en ese lugar y en una maceta especial, apartada, sobre uno de los huecos debajo de la ventana del frente, unas rosas azul coral. Todo exactamente como a mi madre le gustaba…

Matt le dio tres golpes huecos a la puerta de algarrobo, sin nadie que contestara y su inquietud lo llevó a entrar al descubrir que estaba entreabierto. El aroma de brownies de chocolate comenzó a invadir nuestras narices, nos miramos un instante saboreando el delicioso olor y nos dirigimos a la cocina, intrigados de saber quién estaba preparando ese postre.

Una mujer de aproximadamente mi altura, cabello oscuro recogido en una coleta y colgando de su cuello un delantal, estaba sacando del horno una bandeja de brownies. Al escuchar nuestros pasos volteó a vernos y se me quedó mirando con los ojos como platos, probablemente de tantos años sin vernos e inmediatamente dejó la bandeja de metal sobre la mesada de  mármol, se quitó los guantes de tela y corrió a abrazarme con desesperación.

— ¡Sara! ¡Cariño, al fin vuelvo a verte! –Exclamó sujetándome con fuerte entre sus brazos. Sonreí ante su dulzura y me decidí a responderle.

—Tía, ha pasado tiempo –Musité soltando una risita.

—Hijo ¿Qué haces ahí parado? Ve y llama a toda la familia –Le habló a Matt y me eché a reír. Apenas había llegado y ya le ordenaba.

Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora