Capitulo 10: Dia lluvioso

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Al día siguiente, la voz robótica del despertador no sonó. No lo había necesitado para despertarme ya que apenas si había pegado un ojo en toda la noche. El almanaque colgado en la pared junto a la cocina tenía un gran círculo dibujado en él. Me sentía sin ánimos de levantarme de la cama. Desde la cabecera de la cama veía un vestido negro colgado a un lado del armario. Definitivamente ese día no iría a la universidad.

Me sentó a un lado de la litera con la mirada baja. Pensando que seguramente debía haber una manera de cada año afrontar ese dolor en mi pecho, de evitar que esas lágrimas desesperadas brotaran de mis ojos, de alejar ese sentimiento de impotencia de mi mente.... A duras penas me dirigí al baño a mirarme al espejo y cepillarme los dientes. No tenía para nada buena pinta. Tenía unas notorias ojeras bajo los ojos, la mirada apagada y el rostro más pálido de lo usual.

Luego de varios minutos de ducharme y preparar el café cotidiano, marque en su teléfono el número de Nat. Del otro lado se escuchó como una voz dormida atendía.

—Hoy es ese día...—Murmure.

— ¿Estarás bien? ¿Quieres que te acompañe allá?—Me preguntó Natalie preocupada.

—Y-ya lo he hecho antes, creo poder llegar sola hasta allí.

—Llámame si necesitas algo ¿Si? Sabes que estaré ahí para ti—Habló mientras se escuchaba el sonido que se levantaba de la cama.

—Gracias, avísale a Adam por mí, seguro se preocupara si no me ve en la universidad.

—Está bien, hablaremos más tarde—Dijo la castaña cortando el teléfono.

Apague el móvil y lo guarde en el bolso negro, del mismo color que el vestido que tenía puesto. Mire el almanaque perdiéndome  de nuevo en los recuerdos que me traía la fecha y aparte la mirada inmediatamente. Tenía que mantenerme fuerte...

Me tomó solo un instante atravesar la puerta y llegar a la vereda que daba la calle. Emprendería un largo viaje para llegar a mi destino. Si miraba hacia el cielo, podía verlo cubierto por completo a causa de las nubes, ocultando el brillante y radiante sol. Al llegar a la parada de autobus me senté en uno de los asientos mirando a la nada, perdida en los recuerdos. Aun podía oír su risa, su llanto por las noches que ocultaba mientras todos dormían, la seguía sintiendo tan cercana...

Pasaron unas cinco o quizás seis horas hasta llegar a las afueras Michigan en autobus, y de ahí tenía que caminar un largo trayecto hacia el cementerio. Los alrededores no habían cambiado mucho con respecto al año anterior, algunas casas se notaban construidas hace poco, todo estaba lleno de flores, cerezos repletos de esas encantadoras florecillas rosas, la brisa traía con ella una dulce fragancia mientras que a lo lejos del camino una estructura gris y apagada concentraba mi vista. Por toda la carretera fue juntando ramilletes de distintas flores silvestres, todas con brillantes y vividos colores.

En la entrada del cementerio, el cuidador que estaba sentado en la cabina de seguridad asintió la cabeza permitiéndome pasar. Miré a las cientos de tumbas que estaban allí forzando a mi cabeza recordar en qué dirección estaba esa lapida. Caminé sin sentido alguno de un lado y el otro hasta ver en una de las tumbas un enorme ramo de rosas teñidas de un azul coral. Me acerque a esta y  deje a los pies de la piedra  el ramo que había armado.

—Sé que no se comparan con las de papá pero recuerdo que una vez dijiste que también te gustaban las flores silvestres...—Musite acariciando el nombre escrito de mi madre —Ya han pasado dos años y seguimos sin hablarnos ninguno de los tres, lo siento tanto...—Unas cristalinas gotas empezaron a brotar de mis ojos cayendo sobre el ramo.


Era un día lluvioso de verano, las nubes oscuras cubrían el cielo, varias personas estaban bajo la lluvia, todos vestidos de negro rodeando la sepultura de un ataúd. Entre todas esas personas estaba yo, llorando, a mi lado estaba una pequeña aferrándose a mis manos mirando como enterraban a nuestra madre. Me limpié las lágrimas y busque a mi padre por los alrededores sin verlo por ningún lado.

—Iré a buscar a papá, espera aquí Sam–Le dije a mi hermana para salir en busca de nuestro padre.

Me aferró al paraguas que llevaba en mano buscando en todas partes a mi padre mientras al parecer la lluvia chocaba caía con más fuerza. Entre tantas personas de negro era difícil hallarlo, empezaba a sentir desesperada.... Él había empezado a actuar raro, pasaba todo el día encerrado en su habitación, prácticamente no hablaba ni con Sam ni conmigo  ¿Qué pasaría si también lo perdía a él? Entonces ante mis ojos apareció una figura borrosa sentada contra una de las lapidas, totalmente empapado, tomando una botella de...Él estaba emborrachándose con Whisky

—Papá ¡No! –Vociferé con un nudo en su garganta alejando la botella de su mano.

—Déjame en paz Sara, si tengo ganas de beber simplemente déjame hacerlo —Masculló con voz ronca tomando otro sorbo de la botella.

— ¡Esto no es lo que mamá hubiera querido! ¡Detente por favor!-Le rogué cayendo al suelo vencida, mi mundo, el...estaba todo desmoronándose.


"— ¿Quién pensaría que a partir de ese momento todo empeoraría?"

Cuestioné dentro de mi cabeza. ¿Cuándo todo se había ido por la borda? Después de verlo beber esa botella, las siguientes veces eran cada vez más, él ya no pensaba ni hablaba con coherencia. Los días de lluvia eran malos, me recordaban cuando todo se rompió en mi familia y que no había forma de pegar los pedacitos juntos de nuevo.

— ¿Sara...? –Murmuró una voz a mis espaldas con tono frío y apagado.

— ¿¡Samanta!? —Exclamé volteándome bruscamente.

Ahí estaba...enfrente de mí. Mi hermana, la niña que abandone...

Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora