Capitulo 3: Volviendo a lo mismo de siempre

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Es hora de despertarse, es hora de despertarse….

Como odiaba esa parlanchina máquina que me despertaba con la grabación a la voz robótica de una mujer. Me retorcí entre las sabanas de la cama intentando dormir un poco más, sin embargo, el despertador no dejaba de sonar repetidamente y me vi obligada a abrir los parpados. Enfoqué un poco la vista en las manecillas del reloj y vi la hora en el despertador. Lamentablemente esa máquina estaba en lo correcto. Ya era tiempo de levantarme de la cama.

Como de costumbre me senté vagamente a un lado de la cama, somnolienta, con los parpados cerrándoseme cada un segundo y soltando prolongados bostezos. Froté mis ojos repetidamente y estiré todo mi cuerpo, escuchando como se estrujaban todos mis huesos acomodándose nuevamente en su lugar. Aun cuando acababa de despertar y había dormido bastantes horas la noche anterior, tenía la necesidad de permanecer echada sobre el colchón un rato más. En verdad había perdido toda voluntad de empezar ese día al tener tan fresco el sueño que había tenido. Uno en el que me soñaba a mí misma abandonando a mi pequeña hermana y a mi padre, dejándolos atrás en medio de la oscuridad mientras caminaba hacia delante…

Abracé a la almohada, exprimiendo el relleno a plumas que tenía adentro y tomando una gran bocanada de aire me levanté de la cama de un salto. ¡No dejaría que ese sueño me obstaculizara el camino! Las paredes de la habitación estaban pintadas de un suave celeste, pacífico y tranquilizante -el cual me enorgullecía haber elegido como color-, había uno que otro cuadro colgado sobre flores silvestres pintadas al óleo y había dos puertas que conectaban a distintos sitios de la casa. Una al baño y la otra a la sala. Tomé la de la sala y me adentré en ella.

El departamento que vivía era pequeño, suficiente espacio para una persona aunque a veces, parecía gigantesco. Incluso más después de tener esa clase de sueño que me recordaba que estaba sola en un lugar muy lejano a mi hogar. Caminé los pasos restantes entre la sala y la cocina y acercándome a la máquina de café, la encendí para preparar una poco. Siguiendo la rutina, volví a mi habitación así podría dirigirme al baño y darme una ducha. Luego con la toalla alrededor del cuerpo, busqué entre las prendas del armario que ponerme ese día. Entre varios conjuntos colgados en las perchas, opté por una blusa azul y una falda larga hasta por debajo de las rodillas.

La máquina de café empezó a pitar indicando que ya estaba preparado. Apenas acabé de vestirme, salí corriendo a la cocina para servirme el café en una taza extra grande y aunque me faltaba secarme el cabello, preferí que se secara al natural mientras me sentaba en el sofá de la sala a disfrutar el desayuno.

Así comenzaba mi día como de costumbre. De forma monótona y rutinaria. Los días fuera de lo normal, en los que realmente me sentía a gusto con esa vida, eran cuando tenía la oportunidad de ver a mis queridas amigas Natalie y Fanny, mis mejores amigas desde la secundaria. Éramos inseparables como el pan y la mantequilla o como algunos de esos extraños ejemplos.

Habían pasado dos semanas desde el afortunado, en verdad muy afortunado, encuentro con Adam y a partir de entonces mis mañanas fueron cambiando poco a poco. ¡Se habían vuelto tan catastróficas! Cada día que marchaba a la universidad procuraba que mi aspecto reflejado en el espejo estuviera lo suficientemente decente para verlo, si es que había posibilidad que nuestras clases se cruzaran. Mi subconsciente me obligaba a hacerlo. Tal vez ese día podría cruzarme con Adam o no pero tenía que lucir bonita. ¿Así sería una buena forma que me mirara, verdad? Al menos la consideraba una estrategia bastante decente para conquistarlo. Porque  estaba decidida a cambiar, a ser alguien con la frente en alto.

También había cambiado la actitud de Adam. Encontrarnos entre clase y clase, durante el almuerzo o a la salida, se había vuelto algo tan frecuente. Más de dos meses estudiando en la misma universidad y nunca habíamos tenido la oportunidad de cruzarnos, ni si quiera de ver al otro desde lejos. Entonces al fusionarse las clases de algunas materias en común fue cuando incrementó la posibilidad de encontrarnos. Agradecía a la increíble habilidad del destino para juntarnos en un mismo camino. Además el regreso de tantas sensaciones, que  habían sido sepultadas en lo más profundo de mi corazón, me agradaba demasiado. Un simple paso en falso y caería a sus pies y no era para menos. Su compañía me encantaba, junto a su carcajada retumbando en mi cabeza como una dulce melodía que echaba de menos. También estaba su sonrisa, tan cautivante, tan alegre, que únicamente esbozaba al caminar a mi lado.

Solsticio de verano(1er libro de la trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora