15. Mugroso mecánico

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Samuel llegó nuevamente a su rancho, observó aquella gigantesca casa, sin embargo lo sentía una cárcel, una cárcel que él mismo se forjó y de la que estaba haciendo prisionera también a Andrea... resopló y dio un par de pasos para entrar por la puerta, el silencio inundaba la casa y eso le pareció extraño, caminó por la sala, por el comedor, también el despacho y no encontró a nadie... ¿se habrá vuelto a escapar? Su corazón palpitó estrepitosamente ante esa remota posibilidad, a tiempo entró en su oído el sonido de la risa de Esperanza que venía de la cocina.

Samuel: ¿hola?-Samuel entró en la cocina viendo a la niña con la cena sobre la mesa, la persona que la acompañaba se levantó al instante, el frunció el ceño al no reconocerla.

-Señor buenas noches-tragó saliva mirando su rostro serio.

Esperanza: mira Samuel, ella es Dorleta, es la señora que se va encargar de cuidarme, mamá la trajo para que empezase hoy-Samuel miró a la señora de arriba abajo-también estará al pendiente de mamá...

Samuel: me parece muy bien, encantado Dorleta.

Dorleta: igualmente señor-Samuel se acercó a ella.

Samuel: ¿En esta casa no se cena?

Dorleta: la señora dijo que no iba cenar esta noche-la señora bajó la voz-no traía muy buena cara la verdad... me dijo que no sabía si usted venía a cenar ¿Quiere que le prepare algo?

Samuel: no... ya se me quitó el apetito, voy a verla, se encarga de la niña-la mujer afirmó y vio como Samuel abandonaba la cocina mientras ella se centraba nuevamente en Esperanza.

Subió las escaleras, era obvio que Andrea iba reaccionar así, era lógico que no quisiera verle la cara después de lo ocurrido entre ambos a primera hora de la tarde, resopló frente a su puerta, aquella tarde había sido de locos, entre Andrea, Ignacio y sus padres terminarían por volverlo loco... golpeó la puerta y no escuchó ningún sonido al otro lado, nuevamente golpeó la puerta con más fuerza.

Andrea: ¿sí?

Samuel: soy yo.

Andrea: ¡Vete! ¡No te quiero ver ni en pintura!-él volvió a golpear la puerta.

Samuel: ¡Ábreme necesito hablar contigo!

Andrea: ¡No me interesa escucharte!

Samuel: ¿prefieres que la niña se entere de nuestros problemas?-al otro lado escuchó varios pasos apresurados y de pronto abrió la puerta, la observó dolorida con un pequeño resto del golpe recibido hace unos días, su rostro estaba cansado y pareciera no tener ganas de nada-¿puedo pasar?-ella se hizo a un lado para dejarlo pasar, total, ¿Qué podía ser peor después del horrendo día de hoy?

Andrea: ¿Qué quieres?

Samuel: ¿Por qué no bajaste a cenar?

Andrea: oh ¿Te importa?-él resopló.

Samuel: deberías comer, no está bien saltarse comidas.

Andrea: vaya discúlpame, es solo que acostarte conmigo para dificultarme el divorcio me cerró el estómago, cielo mío

Samuel:-cerró los ojos colmándose de paciencia, aquel dardo envenenado se lo tenía bien merecido-van hacer un evento en casa de los Mendoza-ella levantó una ceja y admiró el rostro de su marido-van a vender a modo de subasta unos cuadros de Miró, invitó a toda la familia Gallardo y tú estás incluida como parte de ella.

Andrea: ¿parte de ella?-soltó una carcajada-será por el apellido de casada ÚNICAMENTE-recalcó-no pienso ir-sentenció cruzando los brazos.

Samuel: no te estaba preguntando-ella abrió la boca-ya confirmé nuestra asistencia.

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