34. No es una Gallardo

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Andrea: Samuel...-meneó la cabeza con lentitud y comenzó a sollozar intensamente bajo la mirada de su marido-Esperanza... es mía, yo... solo la protejo...

Samuel: dime de quien y te prometo protegerla junto a ti... inexplicablemente adoro a esa niña y si en verdad resulta ser mi hija, os agarro a las dos y nos vamos lejos de todo el mundo, Andrea...-agarró sus manos.

Andrea: estoy atada de manos Samuel... tengo miedo de que le hagan algo... sé que esto puede significar que me vuelvas a tratar mal-tragó saliva-pero no puedo decirte quien es el padre de Esperanza... no hasta no saberla segura-él agarró su rostro derrotado por su ternura y la besó en los labios.

Samuel: tendré paciencia para que me lo cuentes, sea mía o no, ya no puedo negar lo evidente y es que te amo y a ella también...

Andrea: yo también Samuel-lo abrazó con intensidad-si hemos estado separados estos 10 años es porque nos lo han impedido, te juro que te busqué, que trate de reunirme contigo-cogió su rostro-pero tu madre me rechazó una y otra vez en su rancho, me negó toda información posible.

Samuel: ya está... no te castigues más, ya suficiente lo hice yo... -suspiró-perdón por todas las malas palabras que te dediqué, la mala actitud e incluso... haberte tratado como si fueses un trapo...

Andrea: si me prometes ser el de siempre, te perdono Samuel...-él sonrió.

Samuel: confiaré en ti, Andrea y... trataré de ser el de siempre-ella se lanzó a sus brazos.

Estaba completamente feliz por aquella conversación, habían tratado temas puntuales de vital importancia para su matrimonio, para que todo funcionase, por fin se veía un atisbo de esperanza en su vida, por fin Andrea comenzaba a alcanzar la felicidad con la punta de los dedos al lado de Samuel, por fin veía al eterno chico del que se enamoró, al amor de su vida, al amor de su niñez... a su marido.

Allí se quedaron parte de la tarde, recordando viejos tiempos de su noviazgo, contándose momentos de esos 10 años que se perdieron el uno del otro, revelando anhelos y travesuras de la pequeña Esperanza, pronto el sol empezaba a esconderse y era hora de volver a la realidad, junto a su pequeña.

Andrea: es hora de irnos, la niña ya habrá llegado del colegio.

Samuel: si vámonos.

Esperanza entraba corriendo en la sala dejando su mochila sobre el sofá y corriendo fue a saludar a Dorleta, detrás de ella legaba Ignacio quien había ido a buscarla tal y como su hija le había encomendado.

Ignacio: ¿tienes hambre cielo?

Esperanza: ¡Muchísima!-el timbre de la casa sonó-me apetece un sándwich de jamón y queso-se frotó la barriga.

En la sala sonó una pequeña carcajada, una carcajada que por años había sido inconfundible para él, cerró los ojos con fuerza y rabia, notó a la niña mirando a aquel robusto hombre fijamente, Ignacio se giró para enfrentarlo, para enfrentar a su eterno enemigo, José Antonio Gallardo.

José Antonio: qué casualidad ¿no?

Ignacio: ¿Qué haces aquí?

José Antonio: es obvio, vengo a ver a mi heredero, te recuerdo que está casado con tu heredera.

Ignacio: Dorleta ve con la niña a la cocina y que meriende-Dorleta extendió la mano hacia la niña y esta obedeció yéndose con ella a la cocina-no están-sonrió-se fueron de viajecito de novios.

José Antonio: ¿Cómo dices?

Ignacio: lo que oíste, se fueron, no están, ¿tú los ves?-José Antonio gruñó, ¿Por qué su hijo se habría llevado a Andrea a un viaje?-te frustra que mi hija sea parte de tu familia ¿verdad?

HEREDEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora